Poesía Digital

Libro del desasosiego

Manuel Vilas, Calor, Visor, Madrid, 2008.

Escribir, en la España del siglo XXI, sobre la España del siglo XXI: no un poema que glose tragedias y/o comedias de la época, no mencionar de pasada algún suceso, algún nombre propio, alguna fecha, sino rebautizarse Jonás e invertir una temporada en el vientre de la ballena. El proyecto literario de Manuel Vilas, inaugurado con el poemario El cielo (DVD, 2000) y formado por otros cinco títulos más de géneros distintos, canta a las miserias que cimientan nuestra identidad. Descreído aunque al borde de la letanía, Calor sube un peldaño en la trayectoria de un autor imprescindible por calidad y riesgo.

Calor se abre con “La lluvia”, que retrata el enlace de los Príncipes de Asturias visto desde el barrio del Actur en Zaragoza. El poema, cruel desde la comicidad, define el rumbo de los textos siguientes: siempre con un tono marca de la casa, sorprendente a cada nueva imagen, Calor habla sobre ricos y pobres, sobre la felicidad obscena de quienes lo disfrutan todo, y sobre la humillación acatada por quienes poseen menos o nada. Porque el calor de este libro es el del antiguo Hilton de La Habana, el de una playa con 17 grados a la una del mediodía, pero también el calor de ciento noventa quemados vivos, del nos quemaremos esgrimido ante el cambio climático, del fuego en la boca del alcohólico. Y es que, frente al carácter festivo y vital de su anterior entrega poética —Resurrección, editado por Visor en 2005—, Calor es un libro hostil. El díptico formado —o, al menos, así me gustaría concebirlo, más allá de las conexiones cronológicas— por esta obra y España (DVD, 2008), avanza de lo real a lo grotesco, critica y se mofa.

Con su ración de esperpento, Manuel Vilas —o un tipo con el que comparte DNI— retrata en Calor las dictaduras, la violencia de género, la sumisión, la pobreza —es grande como el sol, la nieve y la sangre—: de España al Occidente más allá del 11-S. También la deshumanización de nuestra sociedad, o la humanización excesiva: el hermano, / eres el mejor de los hombres para culminar “HU-4091-L” , actualiza —con todos los respetos— la “Elegía a Ramón Sijé”, porque hoy compartimos más tiempo con nuestros vehículos o electrodomésticos que con personas que nos vinculen al mundo. En este sentido, yo conectaría Calor con dos otras poéticas coetáneas: la de Mario Cuenca Sandoval, sobre todo en El libro de los hundidos (Visor, 2006) y Guerra del fin del sueño (La Garúa, 2008), y la reflexión en torno al trabajo y el consumismo que Pablo García Casado desarrolla en Dinero (DVD, 2007).

Coctelera, coordenadas: Whitman, Celan —Luz de la ciudad, te bebemos de noche. // Luz de la ciudad sobre tu cabello de ceniza Sulamita, homenajea Vilas en “Cocaína”—, algo de Kafka, un poco de Pessoa. Dibujarnos desde el desasosiego, reflexionar desde la modernidad sobre lo que —de verdad— nos rodea: parece que el mundo está ardiendo, pero solo yo me quemo.

Elena Medel
(Fotografía de Daniel Mordzinsk)