Por el prólogo de Jacobo Cortines, el lector sabrá que Iván García Jiménez (Sevilla, 1976) es licenciado en Filología Hispánica y en Filología Clásica, que éste es su primer libro, aunque se han publicado poemas suyos en revistas literarias, y que ha pasado algunas temporadas investigando en Italia. Unos datos importantes porque su formación se refleja en sus versos, en los que el estilo propio bebe en lo mejor de nuestra cultura anterior. Un libro breve, trece poemas, pero maduro y de calidad notable. “Ese discurso sonoro y poético”, en palabras de Cortines, arranca con dos sonetos –uno sobre las hilanderas de Velázquez; y otro de tema marinero–, a modo de declaración de principios, una apuesta por la calidad y por el rigor.
El tono general del poemario es intimista y sereno, pero en unos poemas la voz es más descriptiva, mientras que en otros se acentúa más la subjetividad lírica. Un ejemplo de los primeros, además de los sonetos iniciales, son poemas como "Lejos y en la mano", "Melodía primera"… Ejemplos de los segundos son "A veces", "Una vez más"… En ambos casos, predominan las series de endecasílabos o las combinaciones de versos endecasílabos con versos heptasílabos, como en los poemas "Gorriones" y "Muerte".
Otro grupo se distingue por su brevedad, que los aproxima a los haikus orientales. En estos, predominan los heptasílabos: Ten paciencia y espera. / Mas las horas no pasan. / Noche sin aire, quieta…("Espera"). De parecida intensidad son "Lluvia", "Noviembre" y "Febrero".
Tras el penúltimo poema, "Muerte" –el paso del tiempo es un tema frecuente a lo largo del libro–, El alba de tu ventana se cierra con un poema que tiene el significativo título de "Todo comienza": diez heptasílabos que enlazan con el título del poemario y dejan paso a la esperanza.
Ritmo y musicalidad bien logrados, con predominio de los sustantivos sobre los adjetivos, lo que da al libro un tono reposado. El poeta observa, contempla e intuye detrás de los acontecimientos cotidianos y de las transformaciones de la naturaleza (el mar, las estaciones, la luz, la noche) un sentido amoroso, algo que nos sobrepasa y acoge: ¡Qué distinta esta luz que a mí me hiere / a la luz sin dolor que tú me enseñas! / ¡Qué distinta mi tarde a tu mañana! (del soneto "Luz sin medida").
Un nuevo acierto de Númenor este primer poemario de Iván García Jiménez.
Luis Ramoneda