Enrique Baltan�s, Trece eleg�as y ninguna muerte, Siltol�, Sevilla, 56 pp., 2010
Enrique Baltanás (Alcalá de Guadaira, Sevilla, 1952), profesor de literatura en la Universidad Hispalense, es también autor de numerosos libros de poesía, prosa y aforismos. Con Trece elegías y ninguna muerte (Siltolá, 2010) alcanza su madurez creativa: una plenitud donde la serenidad gana terreno a un cierto desapego o austeridad formal que podía vislumbrarse en el resto de su obra poética. Trece elegías es un libro poderoso, más luminoso y asertivo que los anteriores poemarios de Baltanás. Es un libro que se abre replique montre y crece y crece a medida que se lee, como un bosque, igual que un laberinto. Al comenzar a leerlo, uno puede pensar que el libro va a discurrir por la trillada senda del estoicismo bien medido y la frialdad exacta. Pero no. Tras volver algunas páginas, uno se abre a otros mundos gigantescos, como una sinfonía coral que nunca cesa. Los endecasílabos blancos dan paso a las anáforas, un recurso muy utilizado por Baltanás, que sumerge al lector en un círculo obsesivo de belleza, pura y rotunda belleza.
En el poema prólogo se nos invita a transitar por el libro que el autor no duda en definir como un secarral,Jaeger LeCoultre Replica
y se asegura que
Sólo con frialdad puedo estrechar las manos del misterio.
Aquí la palabra "misterio" tiene una connotación positiva, al igual que "frialdad". Una frialdad que por momentos se tiñe de calidez, y un misterio que sólo se alcanzará por medio de la lógica.
En los siguientes poemas el autor no hace otra cosa que afirmar, aunque lo que se afirme sea sólo el propósito de vivir en continua búsqueda. En tales composiciones se alude con mucha frecuencia a la luz, una luz en una cumbre que no se contrapone al misterio, sino que nace de él. Algunos poemas nos muestran a un Baltanás que no entiende su tiempo, ya que sus coetáneos han desterrado el misterio y, por eso, se hallan incapacitados para encontrar la luz.
Esa afirmación suya de permanecer en el misterio es la que confiere unidad a todo el libro, traspasado de una ironía lúcida, como ocurre en la elegía II, en la que emplaza al lector al momento cuando los agujeros negros se vuelvan por fin blancos.
Baltanás refleja en su libro, como en un espejo deforme, una sociedad que ha dejado de preguntarse porque cree tener todas las certezas, hasta el punto de haber perdido el gusto por indagar. Yo indago bibliotecas igual que corazones. Y esta indagación es el tema principal de muchas piezas: en alguna de ellas se realiza una enumeración mítica, que revela la nostalgia por un mundo perdido:
Como quien sale en busca de una flor, un anillo, una espada, acaso un mapa.
Tal vez sea ésa la razón de que estas trece elegías no lloren ninguna muerte: su autor dibuja un mundo casi perdido y a la vez nos transmite su esperanza. Una esperanza que se contrapone a la utopía (y recordamos en varios momentos el famoso poema de Julio Martínez Mesanza, que afirma sin rubor que la utopía "ofende al hombre"). Baltanás reivindica la búsqueda como estado vital, la cual no tiene por qué desembocar en la duda, sino más bien en la esperanza. La búsqueda es un trago de sombra, una copa de niebla. Y aquí, una vez más,IWC Replica
los términos "sombra" y "niebla" carecen de la connotación negativa que suelen poseer. Enrique Baltanás conoce la tradición literaria y sabe ser culturalista, comparar a la muerte con un río de aguas oscuras y hablar de Heráclito en la elegía V, pero en último lugar no duda en afirmar que para él la muerte es sólo un trago de angustia entre dos sueños.
Los últimos poemas nos muestran un principio de respuesta, una afirmación gozosa pero aún envuelta en penumbra. En ellos la clave de la búsqueda es lo que debe ser encontrado, sin prisas y sin atajos fáciles. Un difícil equilibrio que se puede resumir en este verso: No necesito un dios como morfina, que inevitablemente nos recuerda aquel otro de José Mateos: Un dios que se concibe ya no es Dios.
En este libro Enrique Baltanás habla de una trascendencia más presentida que vista, de un Dios soñado como respuesta que respira en cada página.