Alojarse en la historia (hacia la poes�a polaca reciente)
1. La escuela poética polaca
En algunas ocasiones, la confluencia de factores es crucial para que unos poetas determinados pasen a ser encumbrados en el panorama internacional. Se trata de personalidades poéticas de gran fuerza cuyos periplos vitales acostumbran a ser difíciles. Ha sido así, al menos, desde la segunda mitad del siglo XX, aunque hoy en día ya empieza a cambiar esta perspectiva. El hecho de haber podido tener acceso a los círculos de poder, principalmente en el mundo anglosajón (a través de editoriales, de ejercer como profesores en universidades), comporta que sean los representantes de toda una generación. Así, los otros poetas que comparten una misma lengua, una misma generación e incluso las mismas coordenadas estéticas, poetas que en su propia lengua gozan de gran prestigio, quedan dentro del panorama internacional en un segundo plano. No son traducidos con la frecuencia de los poetas que sí han podido traspasar la frontera (en sentido tanto real como metafórico).
En la segunda mitad del siglo XX ésta ha sido la tendencia, pero como siempre, podemos encontrar la excepción a la regla. Y esta excepción es la poesía polaca que empezó a ser conocida fuera de su país a partir de los años 60. Esto sucedió en gran medida gracias a la antología Polish Postwar Poetry que compiló Czesław Miłosz y que fue publicada en 1965. Éste es el punto de inicio de lo que después pasará a llamarse como escuela poética polaca (término que acuñó el mismo Miłosz). Y he aquí también la diferencia entre la actuación de los poetas a los que antes hacíamos referencia y el poeta polaco. Miłosz procura no tan sólo encontrar y establecer su propia posición en el contexto norteamericano, sino que también se propone como objetivo poder presentar al lector no polaco la variedad y calidad de otros poetas que escriben en su lengua. Antes de ser conocido como poeta para el lector anglosajón (situación que empezó a hacerse patente tan sólo a finales de la década de los 70), a Miłosz se le identificaba como traductor, el traductor de Zbigniew Herbert, principalmente, pero también de otros poetas, como Tadeusz Różewicz o Wisława Szymborska. En una conferencia en la Universidad Jagielloński de Cracovia, el año 1989, Miłosz retrocede a los años en los que publicó la antología y justifica la elección de los autores que la integran: "Empecé a hacerme la pregunta sobre los valores específicos de la poesía polaca cuando empecé a traducir al inglés, a principios de los años 60, poemas de algunos autores que eran mis coetáneos, especialmente Herbert, Różewicz, Wat y Białoszewkski. La antología que publiqué en 1965, Postwar Polish Poetry fue claramente el resultado de una selección según mis propios criterios, pero fue muy bien recibida y, si me está permitido decirlo, tuvo una enorme influencia en toda la joven poesía norteamericana. Esto me reafirmó en el hecho de que mis criterios eran acertados".
Es una poesía que mira directamente a la realidad entendida de una manera física, vivida en la propia carne. El peso de la historia, no el discurso que a veces llega a la abstracción que denominamos historia, sino los hechos crueles que afectan a las vidas particulares, se incorpora con un peso específico en el discurso poético
Es a partir de aquel momento que empieza a establecerse el prestigio de todo un grupo de poetas polacos. Otras circunstancias contribuyen a afianzarlo, como las valoraciones positivas que con frecuencia presentan autores como Seamus Heaney, Ted Hugues, Joseph Brodsky o Derek Walcott. En la conferencia ya mencionada anteriormente, Miłosz intenta encontrar los motivos por los cuales el grupo de poetas polacos adquiere unas resonancias de dimensiones incluso sorprendentes para él mismo, y afirma "de manera muy general se puede decir que esta poesía no es en absoluto idílica sino como expulsada de la apacible tierra bajo la protección de Dios padre, como irónica y sarcástica, con la participación de un cierto gesto nihilista". Es una poesía que mira directamente a la realidad entendida de una manera física, vivida en la propia carne. El peso de la historia, no el discurso que a veces llega a la abstracción que denominamos historia, sino los hechos crueles que afectan a las vidas particulares, se incorpora con un peso específico en el discurso poético. Y el derrumbe de todas las ilusiones desemboca en un discurso lleno de ironía y a veces de amargura. No obstante, si se quiere continuar haciendo frente a la realidad circundante sólo es posible desde una postura de construcción de valores, de construcción de una jerarquía.
2. Contrastar la realidad
El peso e influjo de los poetas hasta ahora mencionados, considerados los referentes ineludibles de la poesía polaca (Zbigniew Herbert, Tadeusz Różewicz, Wisława Szymborska, Czesław Miłosz) ha sido enorme hasta la década de los 90, cuando hay un cambio de paradigma poético, un cambio de valores, un cambio de enfrentarse a la realidad y de transformarla a través del lenguaje. Entre los años 60, cuando la creación de estos autores alcanza su apogeo y empiezan a tener una presencia cada vez mayor en el extranjero, y el cambio acaecido después de la caída del comunismo en Polonia después de una década de tensiones, aparecen dos generaciones poéticas, hablando evidentemente en términos generales.
Adam Zagajewski, poeta conocido por el lector español, deriva hacia una poesía de carácter epifánico, donde la celebración del momento no está exenta de la amargura de la historia. El autor de Tierra del Fuego busca los instantes de belleza, aún sabiendo que cargamos en la conciencia el lastre de nuestra construcción como seres humanos, y como tales, pertenecientes a una comunidad concreta. En este sentido, los avatares trágicos de Polonia (aunque no únicamente) actúan como contrapeso
La primera generación se agrupa bajo el nombre de la Nueva Ola (Nowa Fala) y sus principales integrantes son Ryszard Krynicki, Stanisław Barańczak, Ewa Lipska, Julian Kornhauser, Krzysztof Karasek y Adam Zagajewski. La línea de su actuación fue, en sus inicios, desenmascarar la lengua propagandística oficial del gobierno. Volver a denominar la realidad. Más adelante, cuando menguó la necesidad de contrarrestar el lenguaje y de librar esa batalla, cada autor tomó un camino particular. Actualmente, aunque se les sigue considerando un grupo, las estéticas de sus componentes difieren bastante. Ryszard Krynicki continuó en una estética muy cercana a Paul Celan, en los últimos libros en una introspección en la que el lenguaje colindante con el silencio se escapa a la autocreación de la personalidad, del individuo. La conciencia de haber descubierto sus orígenes judíos le han llevado a un intento para acrisolar tal circunstancia. Stanisław Barańczak construye un edificio formal con una perfección absoluta para vehicular la extrañeza de la vida cotidiana. A partir de 1981, año en que abandona Polonia, se adentra en un terreno de exploración metafísica donde explora su relación con la divinidad. Es un poeta de formalismo completamente barroco (es un excelente traductor de los poetas metafísicos ingleses), y sus poemas ponen de manifiesto una tensión continua entre los valores que tenían tanta importancia en los autores anteriores y la desestabilización de los mismos en la época del postmodernismo. Ewa Lipska sigue con una exploración del lenguaje muy particular en la que la realidad tiene un doble forro, presenta las situaciones de la cotidianeidad a partir de correlatos objetivos que corta desde la raíz de los mismos, muchas veces a través de metáforas sorprendentes. Julian Kornhauser, traductor y especialista de las literaturas croata y serbia, sigue en su exploración por el lenguaje, pero no siguiendo los postulados del grupo en sus inicios, sino a partir de las palabras más simples, las que utilizamos muchas veces sin parar mientes, palabras como nada o error son desmenuzadas por el poeta para intentar acercarse (o alejarse, según se mire) de la conceptualización que entrañan. Krzysztof Karasek se ha revelado como un autor increíblemente prolífico los últimos años. Su poesía se encuentra a las antípodas de la estética de Barańczak, a la sordidez, a la reflexión, a la contención opone la vitalidad continua, la celebración del momento, la sublimación de la realidad. Karasek es un poeta del viaje, de la descripción (interna y externa), del proceso de encontrarse en realidades cada vez diferentes, y también de la transformación. Un auténtico homo viator, no en vano dos de sus libros se titulan, Diario de un náufrago I y Diario de un náufrago II. Adam Zagajewski, poeta conocido por el lector español, deriva hacia una poesía de carácter epifánico, donde la celebración del momento no está exenta de la amargura de la historia. El autor de Tierra del Fuego busca los instantes de belleza, aún sabiendo que cargamos en la conciencia el lastre de nuestra construcción como seres humanos, y como tales, pertenecientes a una comunidad concreta. En este sentido, los avatares trágicos de Polonia (aunque no únicamente) actúan como contrapeso.
3. Entre dos frentes
La segunda generación aparece en los primeros años de la década de los 80. Representaron un golpe de aire fresco en el panorama poético polaco, aún más teniendo en cuenta que se inicia una década muy difícil en la política del país. Tiene lugar el estado de excepción, después las huelgas constantes, las detenciones y encarcelamientos, y finalmente la caída del comunismo y la apertura hacia la democracia. También hay que destacar aquí el fenómeno de la edición clandestina, de gran alcance e importancia durante todo ese período. Pero después del estallido, los autores que conformaban esa nueva generación se sumen en un olvido, los cambios se suceden a un ritmo vertiginoso, y también las poéticas y la aparición de nuevas voces, que silencian fulminantemente a estos poetas, a pesar de que algunos hayan seguido publicando y sigan gozando de reconocimiento entre los lectores. En este eslabón perdido hay nombres como Bronisław Maj (1958), Jan Polkowski (1953), Zbigniew Machej (1957), Jan Kasper (1952), Maciej Niemiec (1957) y Janusz Drzewucki (1958), entre otros autores. En algunos casos (Maj, Kasper) hay un retorno a la poesía de los grandes autores de la gran generación de poetas. Otros, como Maciej Niemiec, plantean una apertura de la poesía que hasta ahora se había centrado en la historia y en la realidad, y empieza un camino por la poesía de carácter más amoroso, sensual, aunque sin abandonar un discurso sobre la situación del ser en el mundo contemporáneo (pero mucho más alejado de la incidencia de la historia que los otros poetas). Son autores todos de gran calidad, que aparecen con unos primeros libros de gran madurez, con una voz completamente formada, pero que se encuentran con unos avatares históricos que les imponen una temática en la que profundizar. En cierta manera, se encuentran entre el dilema de convertirse en estandartes de la oposición, en los cronistas de los sucesos o en autores cerrados en un solipsismo. Parece ser que la historia no les deja opción. En esta época, además, el modelo de poesía viene casi impuesto por el libro Informe de la ciudad sitiada de Zbigniew Herbert, a pesar de que la manera que éste tiene de tratar el tema en cuestión, a través de metáforas o de parábolas, es muy diferente a las estrategias utilizadas por los autores nacidos en los años 50. Después de la década de los 80, y ya en una Polonia donde se puede publicar libremente, y los sucesos no compelen a ser analizados, la obra de estos autores adopta otro cariz. Maj sigue siendo el que goza de más prestigio, a pesar de no haber publicado durante mucho tiempo, pero quizás el más interesante y el que desarrolla una poética más coherente es Jan Kasper. Su poesía es muy cercana a la última producción de Miłosz, en la que se muestra una continua extrañeza por el mundo físico, por nuestro paso por el mismo. Es una reflexión tanto sobre la alteridad como sobre la ausencia.
4. Una revolución poética
Hasta la década de los 90, a pesar de los diferentes cambios poéticos que ha habido en la poesía polaca, se mantenía un statu quo en cuanto a la defensa de una serie de valores, en cuanto a la aceptación de una jerarquía de los mismos que los autores podían utilizar para contrarrestar un poder al que se enfrentaban. Era su respuesta a la realidad tal como la concebían. Una vez desaparece este poder se crea un vacío y hay que buscar nuevas fórmulas de expresión. Por otra parte, las nuevas ideas se suceden con gran rapidez, nacen y mueren en cuestión no de años sino de meses. Los intelectuales, los poetas se abren al mundo exterior, Polonia como constructo deja de tener el valor que hasta ahora se le otorgaba. Entran impetuosamente las ideas postmodernas y se apoderan de todos los discursos existentes. Y he ahí que surge una nueva concepción de la poesía en los autores jóvenes, en que la tradición (que en Polonia adquiere unos tintes políticos de gran alcance, mucho más que en otras culturas) deja de ser el pilar inamovible en el que poder siempre cobijarse. En la modernidad donde todo fluye, la modernidad líquida como la ha denominado otro autor polaco, el sociólogo Zygmunt Bauman, incluso los pilares pueden venirse abajo.
Las nuevas ideas se suceden con gran rapidez, nacen y mueren en cuestión no de años sino de meses. Los intelectuales, los poetas se abren al mundo exterior, Polonia como constructo deja de tener el valor que hasta ahora se le otorgaba
Empieza un cambio poético que dura hasta la actualidad, incluso se ha acentuado en los últimos años a causa del dominio de ciertas editoriales con una línea claramente definida. Un poder que actúa de manera diferente, pero que en el fondo sigue siendo poder y tiene potestad de definir y delimitar los derroteros que tienen que tomar las nuevas tendencias. Para que se produjera este cambio era necesario también adoptar otros referentes. Es la primera vez que se abandona, casi de manera masiva, los postulados de la escuela poética polaca. Es más, los poetas que empiezan a publicar en estos años se oponen claramente y mantienen un encarnizado enfrentamiento con tales postulados. Los nuevos autores toman como referentes a dos poetas que, aunque ya habían tenido una cierta presencia en círculos determinados, no habían destacado, por encontrarse desplazados en los diferentes grupos que hemos presentado. Son Piotr Sommer (1948) y Bohdan Zadura (1945). A medida que pasan los años van cobrando protagonismo hasta hacerse omnipresentes en la actualidad. Ambos autores son contemporáneos a los integrantes de la Nueva Ola, pero se alejan de éstos en los postulados estéticos, si bien en sus inicios, especialmente Bohdan Zadura, podían haber tenido ciertas concomitancias. Hay un cambio de estrategias de poder, si antes los autores se habían apoyado en las opiniones y el ejercicio del poder de autores extranjeros y en medios extranjeros, ahora el camino es a la inversa. Se introduce una serie de poetas extranjeros, hasta ese momento desconocidos, y se vehicula su influencia a través de revistas y de editoriales. Piotr Sommer es en la actualidad el editor de la prestigiosa revista Literatura na świecie (Literatura en el mundo), y Bohdan Zadura está vinculado desde hace muchos años a la editorial polaca más activa en el género de la poesía, Biuro Literackie, y es el editor de la revista Twórczość (Creación). Ambos introducen en el mercado polaco la obra de autores como John Ashbery, Frank O’Hara o Tony Harrison, que inmediatamente ejercen una poderosa influencia en los jóvenes autores. Panerai Replica Watches
En la primera fase de este cambio poético un nombre destaca por su proyección, que traspasa las fronteras de la estricta escritura poética, puesto que se ha convertido en todo un icono de la moderna poesía polaca: Marcin Świetlicki. Toda su obra se encuentra bajo el signo de la provocación, arremete contra todos los elementos referenciales de la cultura polaca (principalmente, la poesía, los autores de las generaciones anteriores, los noblistas), arremete contra el poder, contra el estado, contra la idea de país, derriba todos los tópicos de la sociedad polaca. Pero si dijéramos tan sólo esto no seríamos fieles a la verdad. El discurso de Świetlicki es impecable, demuestra un conocimiento profundo de la tradición, pero la embiste sin contemplaciones. En muchas ocasiones, mantiene un concepto lúdico del lenguaje. Presenta la realidad gris del país, y parece como si fuera otra realidad completamente diferente, más colorida. Logra combinar los diferentes registros del lenguaje para conseguir efectos sorprendentes. En una palabra, Świetlicki cambia por completo la concepción poética y abre nuevos caminos que serán explorados por una cantidad ingente de seguidores e imitadores.
A partir de aquí, los nombres replica rolex se multiplican de manera exponencial. Sería imposible dar cuenta de todos ellos. Los seguidores de la poética de John Ashbery o de Frank O’Hara son difíciles de contabilizar (en este sentido, cabe mencionar que dentro de la crítica y del público lector funciona el apelativo o’harista, que ya indica la popularidad de este autor en Polonia).
En medio de todas las tendencias, y de la presencia abrumadora del discurso fragmentado, han aparecido nuevos poetas que retornan a la escuela poética polaca. Evidentemente, con la conciencia de la contemporaneidad que impone sus reglas. No son meros seguidores de los grandes poetas que en su momento contribuyeron a situar a la poesía polaca en el centro del panorama internacional. Las dudas y el cuestionamiento de cualquier concepto forma parte también de su discurso. Entre estos autores destacan Tomasz Różycki (1970), Jacek Gutorow (1970) o Maciej Woźniak (1969). Poetas que combinan con excelentes resultados la desacralización y la desmitificación con el intento de seguir construyendo. Y en el momento de construir, poder aprovechar la tradición para alimentarse de ella y transformarla no es un asunto baladí. patek philippe replica watches