Poesía Digital

Una inquietante lectura de la prensa

Lola Torres Ba�uls, Cr�nica diaria, Vitruvio, Madrid, 62 pp., 2010

En su corta existencia el nuevo siglo ya lleva acumuladas demasiadas desdichas y errores como para sentirnos optimistas. Una grieta se ha abierto entre las informaciones justas, exactas, precisas sobre el Mal retransmitido por un telediario y el horror de cualquier persona sensible que no se acostumbra a la barbarie cotidiana. Esto es, quizá, lo que pretende mostrar Lola Torres Bañuls en un libro que sólo en apariencia sigue los cauces ordinarios de la poesía social:

Un titular
Son las letras
no el escalofrío.


Lo primero que nos sale al paso es la notable cohesión interna del poemario, patente en la división en cinco secciones propias de la prensa escrita: "Internacional", "España",best replica watches "Clasificados", "Cartelera" y "Cultura". El programa de Crónica diaria es, pues, conseguir que las noticias asunto central de cada poema lleguen a ser objeto de temblor poético. Para eso se persigue el contraste ente dos registros disonantes, el tono objetivo de la información y la mirada convulsa del yo. Este planteamiento, sin duda interesante, puede llevar a alguno a pensar en una poética de transubstanciación de lo cotidiano, de juego lírico con el material corriente del lenguaje y la experiencia. Sin embargo, aunque Torres Bañuls no caiga en el hermetismo, tampoco se adhiere a la línea diáfana. Ella más bien parece someterse a un lenguaje desgarrado y visionario. Con versos secos y austeros, que huyen del énfasis (a veces demasiado), el libro propone una visión inquietante de la realidad. Así sucede si le hacemos caso a su "Poética":


Abro mi garganta
Y renace en estrella mi grito

Aprieto en mi saliva la noche

Dejo que brote un manojo de laurel
Sobre mi lengua mutilada
.


No puedo dejar de mostrar alguna reserva en este punto. El punto débil, si se le puede llamar así, de la estética visionaria de Torres Bañuls no es, a mi modo de ver, su realización (aunque en ocasiones pueda echarse en falta mayor vuelo verbal), sino que sencillamente no siempre se cumple. Ciertamente una mirada existencial brota de muchos poemas, pero no de todos. La vivencia diaria imprime un sello narrativo, desde los mismos títulos, extraídos de noticias de prensa, hasta el desarrollo mismo de cada poema. A veces el tono es vecino del microrrelato ingenioso y sugerente, como "La increíble historia de Caperucita" que se concreta en un único verso: Siempre dudé del miedo. Lo mismo ocurre en otro poema dedicado a un pacto entre el PP y el PSOE para reformar el estatuto de Aragón. Un tema tan apasionante sólo merece tratarse con un despego irónico e inteligente. Y así ha sucedido. Torres Bañuls va hilando versos olímpicos que parecen ajenos al bulle bulle de los políticos (Dibuja el tiempo con sus grietas / Acoge en su quietud la música / Contempla el fluir de la palabra), hasta que al final concluye con un juicio con el que nos podemos identificar tantos españoles, hartos de nuestros políticos de hoy:

Y recoge la rosa putrefacta entre sus dedos
para escribir la indiferencia
.

Thomas Mann señalaba que el arte novelesco tendía naturalmente a la ironía frente a la emoción de la poesía. Crónica diaria acoge angustia, ironía y narración, en un marco laboriosamente construido, reflejo de un consciente y logrado experimento. Además, con estos elementos era inevitable que la poesía de Torres Bañuls derivase hacia lo social, aunque, por fortuna, no se descienda al adoctrinamiento sociopolítico. Con una óptica actual y, por tanto, algo escéptica, los sucesos no suscitan la retórica ideológica ni las apelaciones de la vieja poesía social que de vez en cuando sigue teniendo nostálgicos cultivadores. Más bien, al contrario, aquí se busca atenuar el énfasis, incluso cuando se toquen temas dolorosos y terribles: la inmigración, las guerras, el hambre en el mundo. La postura de la poeta es, en este sentido, honesta: refleja la actitud del sufrimiento y la perplejidad, pero no la de quien proclama una utópica redención mundial a través de su propia palabra.


Javier de Navascués