Vol de cendres, publicado en 1996, mereció el Premio de la Crítica Serra d’Or y ocupa un lugar eminente en la producción poética de Jaume Pont (Lleida, 1947), a veinte años de la aparición de su primer poemario, Límit(s), de 1976. Después de Vol de cendres vendrían El llibre de la frontera (2000) y Enlloc (2007), premiados respectivamente con el Nacional de la Crítica y el Carles Riba. Era deseable una traducción al castellano de este libro, que algunos consideran uno de los más consistentes e intensos de la literatura catalana reciente. De tal tarea se ha ocupado Clara Curell, y su trabajo ha sido revisado en el Taller de Traducción Literaria de la Universidad de La Laguna.
Vol de cendres, como su título sugiere, es un libro fúnebre. La muerte, el tiempo irreparable, la impermanencia del ser, son temas presentes en la poesía de Pont desde el principio. El solo título de su primer poemario los evoca, y en Els vels de l’eclipsi (1980) son centrales; aquí aparece ya con claridad, además, la piedra clave del dique que opone el poeta al río de los meses y los años: el amor.
Eros y Thanatos. La contienda entre los dos poderes se prolonga en las páginas de Jardí bàrbar (1981), poemario que, como ha visto Àlex Broch, se fundamenta en una dualidad que queda cifrada en dos parejas de símbolos: luz y sombra, fuego y ceniza. "Luz como espacio de lucidez y plenitud existencial. Sombra como espacio de nocturnidad, búsqueda y misterio. Fuego como espacio de amor y plenitud humana. Ceniza como destrucción y consumación del espacio de amor". Divan (1982) y Raó d’atzar (1990) abundan en este dualismo, permanencia y fugacidad, presencia y ausencia, que va cristalizando en una constelación de símbolos.
La búsqueda poética de una solución al problema de la inconsistencia del ser continúa de una manera especialmente intensa en Vol de cendres, pues aquí el problema es autobiográfico: el poeta elabora el duelo de la muerte de su padre. El hecho de que entonces resuelva el problema del mismo modo que en su poesía anterior confirma el acierto del camino poético recorrido hasta entonces. A la muerte sólo cabe oponer el amor; el amor es el único expediente del que disponemos para sobornar al ángel de la muerte que vigila nuestros pasos en la lejanía. Sólo el amor hiende el nudo de los años, afirma en "El oro de la leyenda"; Sólo el amor / conoce // la negra / memoria de la nieve, confirma en "Vuelo de cenizas IV", que cierra el poemario.
Los méritos de la poesía de Jaume Pont son diversos y han sido reconocidos oportunamente. Por mi parte, valoro ante todo su solidez, que resulta de la coincidencia de diversos rasgos: la fuerte unidad temática de su obra; el uso personal —original, singular— de símbolos universales; la firmeza de su tono, carente por completo de afectación a pesar de discurrir por la elegía; su agudeza léxica, cuya riqueza nunca resulta ornamental.
Francesc Parcerisas ha dicho que "la obra poética de Jaume Pont tiene un interés excepcional justamente porque sus intenciones son claramente distintas de aquello que solemos reconocer como más al uso. Eso también hace de él, ciertamente, un poeta "difícil", pero eso sólo aumenta la satisfacción que resulta de su comprensión.
Gonzalo Salvador