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Perplejo en lo inmediato

Oscar Hahn, Archivo expiatorio. Poesías completas (1961-2009), Cátedra, Madrid, 328 pp., 2009

En la edición chilena de sus Obras selectas, Óscar Hahn (Iquique, 1938) había optado por publicar su poesía mediante una sucesión cronológica invertida, es decir, desde los poemarios más recientes hasta los primeros. Así, el lector ingresaba directamente en la madurez del poeta con un poema impresionante: "La muerte es una buena maestra":

Levántate y anda al hospital me dijo la voz
Soy el fantasma anterior a tu nacimiento

Aún no es tiempo para el otro fantasma…


Además, este orden peculiar vendría a corroborar que sus poemas más antiguos cobraban nueva luz al ser leídos después de los más recientes. Dicho de otra forma, quizá un poco maliciosa: hay un crescendo en el interés de la obra poética de Hahn, desde Arte de morir (1977) y Mal de amor (1981), hasta su culminación con Apariciones profanas (2002). Ahora, con el nombre de Archivo expiatorio se acaba de editar por primera vez la poesía completa de Hahn en España. El trayecto comienza con Esta rosa negra (1961), libro primerizo, y concluye con el último, muy reciente, Pena de vida (2008). La disposición es, como se ve, más convencional y el modo de entrada al mundo de Hahn se hace a través de una entrevista preliminar de Luis García Montero con el poeta chileno.
 
Asegura García Montero que Hahn siempre se ha caracterizado por perder el miedo a la tradición y que por eso no teme dialogar con la poesía medieval desde su juventud. Además, el Siglo de Oro español está presente una y otra vez en su lenguaje, como lo está el soneto clásico que llega a cultivar de forma maestra en textos como "El doliente" o "Lee Señor mis versos defectuosos":

Lee Señor mis versos defectuosos
que quisieran salir pero no salen:
ya ves qué poco valen mis esfuerzos
y mis desdichas ay qué poco valen

Con tu ayuda saldrían universos
de palabras preñadas pero salen
 débiles moribundos estos versos:
deja que el último suspiro exhalen

Ayúdame Señor: que no zozobre
 en la mitad de este terceto pobre
Mira estas ruinas: palpa su estructura

dónales lo que tengas que donarles:
y la vida que yo no supe darles
dásela ti Señor con tu lectura


Sin embargo, Hahn no se queda en la vivificación de una sola rama poética. También juega con otras herencias más cercanas a su entorno como la vanguardia, la tradición de la ruptura. Uno ve esa deuda en muchos lugares: desde los poemas dedicados al apocalipsis nuclear (acaso demasiado estridentes) hasta las muchas apariciones fantasmales que pueblan sus versos ajustados entre dos fuerzas: la inteligencia y la pasión. Basta leer, por ejemplo, el estremecedor "Los sentidos de los muertos". Hahn toca teclas y registros dispares en función de lo que más le interesa, a saber, crear situaciones poéticas dentro de un entorno cotidiano: Todo puede servir de pretexto: un encuentro amoroso en un ascensor, la caída de una hoja seca sobre el parabrisas del coche, la noticia de la muerte multitudinaria de Juan Pablo II y la relación que el poeta establece con la de su propia madre, un ser anónimo para todos menos para él. Habitualmente el poeta extrae oro de la ganga rutinaria. Esto sucede cuando la realidad inmediata descubre cualidades secretas y casi fantasmales. Frente a un televisor apagado, por ejemplo, "la pantalla refleja la imagen / de la cuchara entrando en mi boca / Y soy el aviso comercial de mí mismo / que anuncia nada a nadie". Como en un relato de literatura fantástica, las cosas se transfiguran y revelan un lado distinto, muchas veces perturbador: una silla mecedora que habla y tiene llagas, un cepillo de dientes arde misteriosamente, el hilo de la narración ahoga a quien la escucha…

Buscar la veta extraordinaria en medio de la narración de lo cotidiano ha sido la aspiración de muchos en el pasado siglo, pero como toda poética, ésta también tiene sus riesgos. El escollo de este tipo de poesía reside en despeñarse hasta lo trivial. Un vuelo transatlántico puede ser el escenario perfecto para un ligue inesperado, pero, por muy maravilloso que fuera aquel beso a diez mil metros de altura, no parece que en cierto poema se logre transmitir mucho más. Pero por suerte Hahn no suele caer demasiadas veces y deja que el vuelo, transatlántico o no, prosiga después de leídos sus poemas. Así, por ejemplo, en este magnífico final del soneto "El doliente":

Y dirás frente al mar: ¿Cómo he podido
 anegado sin brújula y perdido
llegar a puerto con las velas rotas?

Y una voz te dirá: ¿Qué no lo sabes?
El mismo viento que rompió tus naves
es el que hace volar a las gaviotas.

 
No debe extrañar que un poeta tan atento a la vida inmediata tenga una preocupación ética ("cívica", diría García Montero). Sus últimos libros manifiestan su credo pacifista de forma más abierta y también, dudas más universales, perplejidades de un paseante que lleva contemplando el mismo panorama desde hace mucho tiempo. Algunos poemas ("En la tumba de un soldado desconocido", por ejemplo) demuestran que cualquier tema, incluso el más tópico, puede ser resuelto poéticamente. Esta es quizá la gran lección de Hahn como poeta: conseguir expresar un puñado de anhelos humanos con una difícil sencillez.


Javier de Navascués









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