En torno al volumen inédito de poemas de Blas de Otero se había creado un horizonte de expectativas, avivado en parte por la aparición en revistas de algunos de estos poemas y no exento de cierto escepticismo por lo que respecta a la edición del mismo. Creo que no hay sorpresas ni desengaños. Estamos ante una gran obra —no me atrevería a decir la mejor— de uno de los poetas más relevantes de la segunda mitad del siglo XX, en una cuidada y trabajada edición, llevada a término por la que fuera estudiosa y compañera del poeta, Sabina de la Cruz. Se ha optado "como guía de ordenación la pura sucesión cronológica de los textos", método ineludible a falta de otras directrices del autor. Diferente cuestión la plantea la pertinencia de algunos de los textos escogidos. El criterio de elección es lo que se echa en falta en la justificación que de la obra hace Sabina de la Cruz. Presenta la duda pero no le da respuesta. En este sentido, el elevado número de poemas de la primera parte del libro hace sospechar que no es oro todo lo que reluce, a pesar de encontrarnos ante un autor de "capacidad idiomática condensadora, estrujadora de materia" como lo calificó Dámaso Alonso. Ahora bien, ¿cómo prescindir en una obra-diario, tan ajustada al ser y a la existencia en el mundo y en la historia, de cualquier fragmento de vida que le dé justificación?
Por otra parte, hay quien ha lamentado de esta edición que no se indique cuáles son los 145 poemas que ya han sido publicados. Si "cada poema es un texto respecto a sí mismo, y una parte de un texto en relación con el libro al que pertenece", tal como explica Sabina de la Cruz, la relevancia del dato solicitado se hace inoperante. En sentido estricto, y acorde con esta concepción, nos encontramos ante unos poemas que exigen una lectura nueva acorde a su nueva ubicación y a las nuevas relaciones que establece.
Ante cada obra nueva de un gran poeta —y ésto es algo que hereda de la Modernidad—, el lector sigue preguntándose por la novedad, por la originalidad de la misma, a pesar de tratarse de conceptos ajenos a la estética de la obra y que se agotan en su propia formulación. Hojas de Madrid con La galerna se publica más de treinta años después de escrito su último poema. Su lectura nos devuelve el sentido primigenio de "original" en tanto que Otero nos remite, en un diálogo vivaz con la tradición, al origen de la poesía, a la vez que él mismo se nos presenta como fuente de la que bebe mucha de la poesía actual. Por otro lado, aquello que encontramos de "novedoso" respecto de su producción anterior, no es sino evolución natural de lo que allí ya se incoaba. Blas de Otero se mantiene fiel a su concepción del hombre, aun cuando somos espectadores del proceso que le lleva a abandonar el tono desgarrador por otro predominantemente sereno. Ya había señalado Clara Janés que la angustia en Otero no era más que una breve etapa. A la vez, el poeta vasco se mantiene fiel a su concepción de la poesía: seguimos detectando una dependencia de las propuestas poéticas de origen romántico y de muchas de sus derivaciones, ya sea a través del existencialismo, de la preocupación por el sujeto y por la existencia humana en el mundo como modo de trascendencia, o de la idea del poeta integral. El estrecho vínculo que establece entre poesía y música, sin duda, se debe al Romanticismo alemán. Del mismo modo que sigue presente la ironía, el humor inteligente, el conceptualismo barroco que caracteriza la obra de su primera época, y el acercamiento de la lengua poética a la lengua hablada. Por supuesto, y como cabía esperar en una obra tan voluminosa, el poeta no renuncia a la intertextualidad que tanto le ha caracterizado. Decía Valente que "Cuanto mayor es la personalidad de un escritor, mayor es su capacidad para incorporar materiales de acarreo diverso" y que este procedimiento "está lejos de menoscabar su personalidad como escritor, sino que, por el contrario, viene a enriquecerla". Finalmente, la cuestión social —profundamente humana— sigue presente entre las preocupaciones del poeta, vuelve una y otra vez a ella, hace de la repetición temática un recurso general que tiene su equivalente en la anáfora o en cualquiera de los recursos que utilice la reiteración como base de la expresión del poema.
Si Hojas de Madrid con La galerna es la crónica de los días del poeta, en esos días está siempre presente el lenguaje y, con él, el diálogo constante con la poesía, iluminando su vida. De estos poemas se desprende un Blas de Otero orfebre de la lengua, perfecto conocedor del oficio, que no se deja llevar por la verborrea, fácil en quien lleva años doblegando las asperezas del idioma, ni por la mediocridad a la que conduce el sentimentalismo. La intensidad poética y la profundidad vital están presentes en los versos que conforman esta obra. Son muchos los recursos que utiliza para conseguirlo, en los que reconocemos la elocuente huella de la tradición, replicas de zapatos nike y que nos presenta un Otero que nos cautiva, esta vez, a través de la inteligencia. Cabe destacar, en este sentido, el frecuente uso de las figuras retóricas de repetición (quiasmo, anáfora, aliteración, paronomasia...), así como la característica utilización de los encabalgamientos o la variación constante del cómputo silábico de los sonetos que abundan en la obra. Todo ello, incluso, en convivencia técnico-lingüística con el discurso de tipo surrealista. No parece equivocado, por tanto, afirmar que en Blas de Otero está asumida la estrecha relación artista-técnica.
La simultaneidad de diferentes tiempos y espacios puebla los versos de este poeta. Ahora bien, no es el recuerdo nostálgico el que le hace traer a la memoria el pasado, sino desentrañar a través de otras insignes existencias la ciencia de la vida, tal y como se hace en las emuladas coplas manriqueñas. A Otero, como al Dante de la Commedia, parece que sólo le queda la palabra para alcanzar aquello que la vida le ha privado o le va a quitar. Contemplamos al escritor vasco aferrándose a la vida a través de la palabra. Podríamos decir que se trata de un poeta para quien la acción de escribir es indesligable de la de existir, razón suficiente para justificar esta edición aun cuando careciese de todas las virtudes que se pueden apreciar en estos versos. Hojas de Madrid con La galerna se lee en el siglo XXI sin ser una anacronismo y su autor queda reafirmado como el mejor poeta de su generación.
José Manuel Pons