Dice Martín López-Vega: "un poema es una máquina para explicar el funcionamiento del mundo". Dice: "escribir poesía tiene algo de filosofía, algo de matemática y algo de medicina". Dice que, con todo, "no es nada científico". Dice: "esa máquina llevamos siglos intentando escribirla entre muchos". Dice máquina pero nadie piensa en Hall 9000. Nadie dice tecnología. Claro, nadie dice tecnocracia. Dice máquina y en la cabeza surge una mezcla entre el steampunk y seres orgánicos de otro tiempo. Un cyborg hermoso, y a la vez común. Un cuerpo conocido que nos cataloga cuando entramos en un museo, así, y sin más, la vida.
Entrar en Adulto extranjero es como poner el pie en un museo. El museo en cuestión está repartido por una geografía. La geografía es de calles y de tiempo, que es como hablar de un mapa emocional, la cara b del álbum de fotos, las que no enseñamos después del viaje. Único visitante / de este museo como tantos otros, best replica watches
/ buscas con obsesión prefreudiana / imágenes luminosas, / (…) esa inalcanzable paz matinal / de mundos en los que todo está ya resuelto. Y también el lector, contemplando escenas de otra vida, siente que asiste a un mundo si no resuelto, más cercano a deshacer los nudos de lo que está el propio.
Se buscan entonces escenas, mediodías en Oporto, desayunos, cafés, despertares. Estar donde otro ha estado. Quien lee es también una persona adulta y extranjera, boquiabierta por la galería donde se cuelgan cuadros. (Permanecemos porque de nosotros / nada permanece: ese es el hecho). Quise decir dudas. (el último rayo de sol / bebiendo a escondidas en un charco, / como un ciervo dorado, / intocable). Quise decir cuadros (Y ella dice "Para que nada me / rompa la piel seré solo piel"). O querer decir Europa, como un manto luminoso que alguien fue doblando. De la ladera viene un olor / a lavanda, y el siglo XX duerme junto a los demás / cadáveres, allá abajo, y podemos por un rato / permitirnos poemas paisajísticos. Sé tú, / siglo XXI, la oveja blanca de este rebaño, / sé tú el cauto, sé tú el piadoso.
La poesía no es una ciencia, aunque a veces se muestre exacta, aunque a veces cure. Tiene su morfina en la ironía, dice López-Vega. En este libro nos droga lo suficiente, nos nubla lo justo, con una ironía que suelta vapor pero no nos deja idiotas y conformes. Así “Museo de lo desconocido y lo increíble”, en un tono a lo George Perec que también recuerda a las novelas gráficas de José Carlos Fernandes (La peor banda del mundo), enumera absurdos necesarios. Nos tranquiliza con hechos como que se comercializara un estuche antivampiros para viajeros por Transilvania, o que el Museo de Historia Natural de Escocia creyera que el pez peludo era un ser real / porque "el fondo de los lagos es muy frío". Y no tanto con la historia de amor de Tom Thumb y Lavinia Warren, que los dos medían un metro veinte y se casaron. ¿Un matrimonio basado en la altura? / También conozco matrimonios / más increíbles que ese.
Ironía sin hacerse el clown. Contemporaneidad sin caer en las modas, sin querer ser el más original (López-Vega dice: "Cualquier día un poeta joven publicará un libro titulado Autorretrato en espejo de Ikea") del patio. En dos poemas titulados “Leyendo el periódico en voz alta” recupera titulares reales de la prensa y conforma con ellos un discurso sarcástico, o un reflejo en diagonal del mundo que nos toca. ¿Sabe montar en burro Angelina Jolie? / ¿De qué están hechas las estrellas? / ¿Dónde están los naranjos de Granini? // Auschwitz necesita reformas.
Dice Martín López-Vega: "Creo que escribir poesía (…) es un intento de reconstruir el libro de instrucciones de la vida que no nos dan cuando nacemos". El autor de libros como Mácula (DVD, 2002), Extracción de la piedra de la cordura (DVD, 2006) o Gajos (Visor, 2007) entiende la búsqueda del poema como la de un manual que se ha olvidado. Y la tensión de esa búsqueda avanza por este nuevo libro, que recoge los poemas de los últimos cuatro años, el trabajo en torno a ellos. Entre flashbacks y flashfowards se hila un tránsito. No es una máquina del tiempo, es una máquina (la que surge de sus poemas) que codifica el camino. Sin itinerancias, más como los saltos que da un físico amateur, y orgulloso de ello, por la teoría de cuerdas, para entendernos. Estás aquí, estamos aquí, / nos gobierna el instante / y las ganas son las riendas.
Como quien del viaje sabe que hay estancias y estancias, y lenguas y todas acaban por decir lo mismo. Quien ha aprendido y ha aprendido además que el aprendizaje deja dudas, pero que la vuelta no se hace siempre del todo solo. Adulto extranjero reúne la voz crítica y la voz intensa de López-Vega, junto a los dos poetas que no puede evitar ser para que se nos olvide que son dos poetas: es uno, y es tremendamente honesto en esa voz. Hay un encuentro, algo se descubre en alguna parte, parece que la máquina asoma. Pero que siga la búsqueda, que el manual de instrucciones siga lejos lo justo, un par de pasos. Insalvables. Próximos. Dice el poeta: como si fuera éste el puerto que esperábamos / para empezar la vida que querríamos... Y entonces, querer tener toda la sed.