Amalia Bautista es uno de esos raros casos de continencia editorial en nuestro panorama poético. Desde Cárcel de Amor (Renacimiento, 1988), hasta su segundo libro, Cuéntamelo otra vez (Comares, 1999), pasaron once años. Publicó, seis años después, Estoy ausente (Pre-Téxtos, 2004), y una edición conjunta con Alberto Porlán titulada Pecados (de sólo ocho poemas) en 2005. Esta leve aceleración en sus publicaciones es de agradecer, para los que leemos la poesía de Amalia cada cierto tiempo. El volumen que nos ocupa prosigue la serie de Antologías que está publicando Renacimiento, y ya adelanta poemas inéditos de un próximo libro. Esta continencia favorece el hecho de que la antología sea en realidad unas obras completas, y se lea con facilidad, con soltura, sin esa agobiante sensación de no abarcar que dan las exhaustivas publicaciones de poetas maduros, cuando les ofrecen compilar toda su obra. Según hemos escuchado a la propia autora, en realidad no se trata de publicar poco, sino de que escribe poco. También lo refiere en un poema: Me gustaría permitirme el lujo / de tener todo el tiempo que quisiera. Porque Recordar la consulta del pediatra / contestar el correo, tender ropa, / declarar los ingresos, leer libros, / y hacer unas llamadas por teléfono se lleva mucho tiempo, y no le deja hacer cosas innecesarias, prescindibles, por ejemplo, quererte con locura.
Desde el punto de vista formal, lo primero que llama la atención es la sencillez del uso del endecasílabo, casi el único metro utilizado por la autora. Los poemas breves, con un final a veces sorprendente, epigramáticos, y un léxico elemental, sin culturalismos ni referencias -casi- a otros textos. Un tono coloquial, y temas cotidianos, junto a referencias al arte de la guerra, al pecado y el infierno, hacen que a veces parezca un punto medio entre Julio Martínez Mesanza y Luis Alberto de Cuenca. Curiosa mezcla, que no pastiche, pues al final sentimos la voz personal de la poeta (disculpen el tópico), su tono inconfundible, que no se puede reducir a la influencia literaria ni a la emulación. Recuerdan a Martínez Mesanza estos versos: No me pidas clemencia. Ya conoces / la razón de la sangre y de la tierra. / Ni siquiera has partido hacia el combate / y ya te invade el miedo de las armas. Una diferencia con la obra del poeta de Europa y Las Trincheras es la perspectiva. Muchas veces sus poemas son el reverso de la batalla, la visión femenina: Yo no soy ese tipo de mujeres / incapaces de amor y de ternura. En este “Contra Remedia amoris”, Amalia contesta a un poema de Martínez Mesanza directamente. También es muy claro en el poema “La princesa loca”. El influjo de la poesía de Luis Alberto de Cuenca es más evidente, en principio: Vino a mi casa a ver el baloncesto / por la televisión. Y le he matado. Se filtra en estos versos una estética como de cómic, o de pesadilla narrada, o de humor negro, propia de de Cuenca.
Pero esa voz personal, esa silueta que se va formando mientras avanzamos en su obra, no deja lugar a dudas. La poesía de Amalia Bautista tiene sus propios giros expresivos, su propia manera de ser coloquial, y también de ser solemne, a veces al mismo tiempo. Veamos un poema de tono menor, y motivo aparentemente banal, titulado “Los pies”, de Cuéntamelo otra vez. Tras hablar de los pies de sus hijas, con ternura, concluye: Los tienen a estrenar. Y me conmueve / pensar en cada paso que aún no han dado. Hace unos días hice una prueba. A una madre de mediana edad, declarada no-lectora de poesía, le di a leer este poema, y su sonrisa, su afirmación con la cabeza, no podía ser más elocuente. En esto a Amalia Bautista le pasa como a Miguel d’Ors, que gusta incluso a quienes no gustan de la poesía. No es pequeño el logro, como poeta.
En cuento a su “contenido” (si seguimos el guión escolar de forma y fondo), llama la atención algo que podríamos llamar “minimalismo vital”: Al cabo, son poquísimas las cosas / que de verdad importan en la vida: / poder querer a alguien, que nos quieran, / y no morir después que nuestros hijos. El breve poema que da título al libro dice también: Ver al alba contigo. / Ver contigo la noche / y ver de nuevo el alba / en la luz de tus ojos. Entre estas cuatro paredes cotidianas respiran los versos de Amalia Bautista, sin ir más lejos. Pero ¿de verdad a alguien le importan -de verdad- otras cosas? ¿No será ésta una poesía esencial, porque es sincera? Lo es, pero también porque su cauce expresivo es el más sencillo y claro, el menos afectado de la moderna poesía española. Sólo hay una autora (autor en general) que siga este camino estético con igual acierto, actualmente, y es Rocío Arana, en sus libros Magia (Númenor, 2002) y Pampaluna (Adonais, 2005). Aunque en la poesía de la sevillana Rocío hay mucha menos tristeza y mucho más entusiasmo y celebración, también encontramos esta esencialidad, en versos diáfanos y cálidos.
Terminan estos Tres deseos de Amalia Bautista con una petición, que es a la vez una declaración de amor. Es el último poema del libro, y de los inéditos, y muestra la tensión, propia de Bautista, entre la angustia y el amor, que es resuelta por el deseo de seguir amando, sea como sea, a pesar de las dificultades:
Dime cuál es el puente que separa
tu vida de la mía,
en qué hora negra, en qué ciudad lluviosa,
en qué mundo sin luz está ese puente
y yo lo cruzaré.
Jesús Beades
jesusbeades.blogspot.com