La cuestión de las “generaciones literarias” suele ir acompañada de polémicas, por lo menos en el ámbito académico. Sin embargo, cabe afirmar que gozan de buena salud, aunque sea principalmente por motivos pedagógicos, a los que a menudo se rinden incluso quienes se oponen a los repartos generacionales.
La introducción de Francisco Ruiz Soriano a esta antología es un buen ejemplo de lo dicho, puesto que, en buena parte de esas páginas, el investigador se dedica a rastrear las distintas opiniones sobre los autores antologados: las de quienes los consideran un grupo generacional, con las polémicas sobre el nombre más adecuado (generación de la República, generación de 1936, generación de la Guerra Civil, generación puente entre la del 27 y la primera de postguerra…); y las de quienes rechazan tal idea. Para el lector de poesía, tal vez se trate de una cuestión menor, pues se encontrará con un puñado de excelentes poemas y eso es lo que más importa. Para los estudiosos de la materia, la polémica, expuesta con abundantes datos, puede resultar más interesante.
Cada poeta antologado, va precedido de unas breves notas biográficas y de algunos datos bibliográficos. Aquí, se muestra la vitalidad de las revistas literarias durante los años de la República, unas más efímeras que otras, y de variado signo ideológico. En la posguerra, tampoco faltaron, pero había que sortear los obstáculos que introdujo la censura.
Se trata de escritores muy variados en cuanto a sus orígenes, vidas e ideas, aunque la mayoría cursó estudios universitarios, Unos fueron más o menos afines al franquismo (sobre todo falangistas); otros padecieron las represalias postbélicas (Miguel Hernández, muerto en la cárcel de Alicante en 1942; Germán Bleiberg, Pedro García Cabrera, Vicente Carrasco, Antonio Otero Seco…); y otros se exiliaron temporal o definitivamente. Cabe preguntarse si ante tantas diferencias es posible encontrar nexos comunes, y parece que sí, y que incluso comenzaron a fraguarse antes de que estallara la contienda, en detrimento de la extendida opinión de que la Guerra Civil fue el aglutinante generacional, aunque nadie duda de que influyó muy notablemente en todos ellos como es lógico.
En los aspectos formales, estos poetas basculan entre vanguardismo y clasicismo, hay muy buenos sonetistas, pero también usan el verso libre y la experimentación surrealista. Aprecian a Garcilaso más que a Góngora (reivindicado por los poetas de la generación del 27), pero tampoco se apartan del todo de la influencia barroca; y vuelven a fijarse en las ideas regeneracionistas de los escritores de la generación del 98. En este aspecto, la influencia de Unamuno y sobre todo la de Antonio Machado es muy notable, con la rehumanización del arte, la recuperación de la temporalidad replica uhren kaufen y de la meditación sobre el destino humano como algunas características destacables de las poéticas de estos escritores, que reaccionan ante la poesía pura y abstracta, predominante cuando daban sus primeros pasos literarios. Rilke y Pablo Neruda son otros poetas que influyen en los de este grupo. Decae un poco el interés por Ortega y por Eugenio D’Ors, pues se sienten más vinculados a la filosofía de Zubiri.
Otra cuestión, que suscita también polémicas, como se señala en la introducción, es a qué autores incluir en ese grupo. Lo cierto es que si en antologías anteriores sobre esta generación la nómina se reducía casi siempre a los poetas que permanecieron en España (José Antonio Muñoz Rojas, Luis Rosales, Juan y Leopoldo Panero, Luis Felipe Vivanco, Álvaro Cunqueiro, Juan Alcaide, Federico Muelas, Francisco Pino…) o que se ausentaron temporalmente (Juan Gil-Albert, Dionisio Ridruejo, Rafael Dieste, Ildefonso-Manuel Gil, Enrique Azcoaga…), uno de los aciertos de ésta es que figuran, además, poetas del exilio, menos conocidos probablemente, pero también interesantes desde el punto de vista literario (Arturo Serrano Plaja, Juan Rejano, José María Quiroga Pla, José Herrera Petere, Arturo Cuadrado, Bernardo Clariana, Celso Amieva). En este grupo, la memoria y el desarraigo tienen un papel relevante. El paso del tiempo permite acercarse a estos autores, a los que va cubriendo ya la pátina de los clásicos, con serenidad y limpios de fanatismos extraliterarios.
Luis Ramoneda