Veinte años después de la aparición de El tercer jardín, a cinco de Del ojo al hueso, Olvido García Valdés nos ofrece su sexto poemario, un libro repleto de ojos y jardines, de ojos que miran y jardines que son mirados.
Los héroes que habitan este sexto jardín: ella, los pájaros. Ella, mulier quaerens, que sale cada día a la rapiña, a ver / qué encuentra que calme / un no tener a qué volverse; los pájaros –mirlos, tordos, palomas-, que siempre tienen un charco al que volverse. Ella, ser que tiembla, ser umbrátil, en equilibrio siempre entre la vida y la muerte; los pájaros, con su vida rotunda que no sabe del no-ser, apenas sensitivos: que actúa el viento según la superficie / en la que actúa; al lado de un rosal, / un mirlo picotea y no lo siente.
Pero la piel del hombre es consciente, y entonces el viento duele y es aviso de la muerte. Además, tal la consciencia, tal el dolor: la piel hiperconsciente sufre más. Y entonces hay que tomar medidas, hay que buscar un refugio y proteger la propia sombra. Prefiero mantenerme a distancia, / en la vida duele todo; prefiero limitarme a mirar, a observar la felicidad de los felices: Nada / mejor que hacer que mirar pájaros, / si no es mirar árboles; alguna vez, a la desesperada, he levantado la voz: Halcón, halcón, qué sabes, dime…
“Lo fatal” rubeniano, por tanto, pero con multitud de matices, con todos los matices que caben en un jardín de marzo: unos poemas plantean el drama, otros lo resuelven; unos lo plantean de modo universal; otros, desde el punto de vista de una poetisa asturiana de cincuenta y seis años; unos lo resuelven circunstancialmente; ninguno lo resuelve absolutamente.
Y todos estábamos vivos consta de cien piezas, cien poemas de una verbalidad tan afilada y pulida como los picos de sus pájaros. Requieren por eso una manipulación cuidadosa, y merecen una observación que complete los 360º del círculo: ninguno se agota con una mirada frontal; todos han mirado con paciencia, y todos quieren ser mirados con la misma paciencia. En las páginas de este poemario, como en la vida, sólo y sólo / mirando se llega a ver.
Gonzalo Salvador