Nada sucede dos veces. Menos, si cabe, en literatura: no se lee dos veces, o al menos no de igual modo, el mismo libro. La poesía a menudo compite con la escala de sus lectores, lo que inclina a pensar que la relación entre predilección y lectura es una vía de doble sentido. Trataré de explicarme. El gusto (en su acepción de preferencia) modifica la lectura en función del carácter del lector. Pero a la inversa, toda lectura nos altera el gusto en algún grado. Así, juzgamos con precaria objetividad la mayoría de los libros que leemos, les damos un valor, tasamos su aportación en dirección contraria a nuestra ignorancia o, lo que es peor y más común, su tributo a nuestros prejuicios. Sólo en algunos casos el proceso se invierte, y son unas pocas obras de los grandes maestros las que nos juzgan a nosotros, sopesan nuestra identidad lectora y ponen en cuestión nuestra visión del mundo (o de la literatura), alterándola definitivamente; tal vez sobre decir aquí que la objetividad de un libro respeto a su lector acostumbra a ser intachable. Extracción de la piedra de la cordura, último poemario de Martín López-Vega (Poo de Llanes, 1975) y Premio de Poesía Hermanos Argensola 2006, nos permite asistir al íntimo proceso de ida y vuelta de su autor con esos pocos libros cruciales. Anteriores trabajos -por ejemplo el libro de viajes Cartas portuguesas (Llibros del Pexe Gijón, 1997) o la antología de traducciones Equipaje de mano (Acuarela, Madrid, 2000), aunque no son los únicos- ya recogían su gana desprendida de compartir lecturas o de anteponerlas a esa forma de sumisión al ego que supone publicar poemas propios.
Pero son poemas propios lo que López-Vega nos ofrece en esta última entrega, aunque el hilo conductor de sus lecturas recorra el poemario de principio a fin. Quizá por ese motivo, el autor nos deja echar un vistazo a su neceser de afectos: los paralelismos formales y narrativos con el mítico poema de Gilgamesh, así como la distintas correspondencias y "versos robados", como él mismo los llama, son anotados en el epílogo titulado Nombres Propios. El cuerpo del libro lo integra una colección de poemas cuya orientación va de fuera a dentro, de la periferia individual de los sentidos al núcleo colectivo de las reflexiones que éstos generan: Alguien había abandonado / la naranja en una mesa: / quien olvida el don no lo merece. Pero también de dentro a dentro, es decir, que reivindican la poesía como herramienta si no de sabiduría, al menos sí de conocimiento: ¿es necesario renunciar al placer / para evitar el dolor? A menudo los poemas de Extracción de la piedra de la cordura amplían el ámbito de lo poético para adentrarse en una suerte de territorio contemplativo, más cercano quizá a la antroposofía que a la mística, pero que no renuncia al juego verbal o al epigrama irónico: Le pregunté: ¿Y qué hay del juicio final? Y usó el culo a modo de trompeta. En Abecedario, la magnífica autobiografía de Czeslaw Milosz, éste escribía: "La poesía contemplativa sirve de inesperado contrapeso a los procesos de desintegración en los que viven inmersos la poesía y el arte, a saber, actúa en contra de la sensación de pérdida del sentido de la vida". Lo que López-Vega opone a esa pérdida es una lúcida colección de preguntas: ¿Qué puede dar quien no tiene más que ansia / a quien sufre de su mismo mal? Cuestionamiento del que no es ajeno el propio poeta en tanto que elemento temático: Poeta, deja en paz tu infancia, / al niño ya le han salido los dientes / y quiere morder los pezones y no mamar más.
Es de agradecer que el desvío referencial respecto de la tradición poética española -la mera intención se me antoja ya una virtud- vaya acompañado de un paralelo desvío formal. Como también, dada la juventud del autor, que su postura ante la poesía no aspire a ser forzosamente moderna, es decir, menos desobediente que oportunista o fruto de la pura vocación de impacto. No es casual que el tono utilizado incorpore un matiz que puede interpretarse como aleccionador, pero también como un afán de recuperar el dispositivo didáctico que acompañaba el carácter lúdico en la poesía clásica, tanto oriental como occidental, y que está presente en todo el poemario bien sea por alusión directa o bien por la modulación del propio tono.
Quienes hayan seguido con atención la trayectoria del autor -no exenta, dicho sea de paso, de algún que otro altibajo- comprobarán que se trata,Audemars Piguet Replica Watches junto al hallazgo que supuso La emboscada (DVD, 1999), de su poemario más logrado. Sirva el fragmento que sigue como prueba: Tengo apetito. Un hambre / que sólo saciaría una manzana abstracta: líneas curvas en torno a un centro, / la semilla inútil, / una manzana abstracta de color / verde de Cézanne / verde de Cézanne.
Andrés Navarro