Este Libro del retorno es el quinto libro de poemas de Carmen Borja (Gijón, 1957) y cierra la trilogía que comenzó con Libro de Ainakls (1988) y siguió con Libro de la Torre (2000). Se trata de 49 poemas sin título o, más bien, de un largo poema dividido en 49 secuencias, cada una de las cuales amplía o reinterpreta el significado del leitmotif con que se cierra cada una de ellas: Siempre volvemos a la casa del padre, así, en cursiva.
La insistente reescritura de la misma idea –que siempre volvemos a la casa del padre, / permanentemente en camino, / sin certeza de llegar nunca- acuerda con un aspecto formal: la conservación del mismo tono, casi oracular, y del mismo registro, considerablemente abstracto, desde el primer verso hasta el último. Esa pretendida monotonía material y formal tiene un efecto peculiar: un efecto embriagador, como narcótico, que fuerza al lector a dejarse arrastrar por el río de la meditación poética. Recoge tus fuerzas a una esquina del alma / y escucha. Al final, en el delta, el lector vuelve en sí; ha recibido el mensaje, pero éste es de tal calado y presenta tantos matices que tiene dificultades para racionalizarlo, para interpretarlo.
El padre a cuya casa volvemos es Dios y la muerte y el sentido de la vida. El camino de regreso es el pasado y el presente y el futuro, y el amor y el arte y la palabra y el silencio. Un símbolo recurrente, la isla, es cada persona, sus limitadas circunstancias y su soledad –la soledad del capitán Nemo-, la condición humana; y el universo, en este sentido, es concebido como un inmenso archipiélago. En todo caso, queda claro que el viaje de retorno del que aquí se trata consiste en un desplazamiento sobre el suelo del tiempo y de sentido ascendente, trascendente.
No hay en estas páginas sorpresas verbales –que probablemente romperían el hechizo conductor-, pero el lenguaje tiene una serenidad hermosa. No hay apenas imágenes –que distraerían sin duda la meditación-, pero el discurso rezuma humanidad. No hay referencias literarias explícitas –que serían impropias de un oráculo, cuya autoridad descansa en sí mismo-, pero es difícil no oír entre líneas las voces de otros oráculos. Yo he oído con claridad, al menos, la de Rilke y la de Borges.
Hoy en día un libro como éste resulta audaz: porque lo clásico, lo deliberadamente “alto” se encuentra ya en la órbita del universo indie. Audaz el libro, audaz su autora y audaz el sello editorial, que una vez más demuestra su compromiso con la poesía más allá de las modas y los midas.
Gonzalo Salvador