Con su segundo poemario, Francisco Onieva ha obtenido uno de los dos accésit del Premio Adonais de 2006. Me parece oportuno señalar que este poeta nació en Córdoba (1976), que es Licenciado en Filología Hispánica y que ejerce la docencia en un instituto de Pozoblanco. Además, es o ha sido promotor de diversas revistas literarias (Zarisma, Cuzna), colaborador en otras y autor de estudios sobre escritores españoles e hispanoamericanos. Pienso que estos datos aportan luz a la lectura de Perímetro de la tarde, que consta de tres partes: Alba: Mirada, Perímetro de una tarde y Como el ala del pájaro.
Ante todo, hay que señalar la calidad y la variedad expresivas. Se nota el esfuerzo por mimar la palabra y el cuidado del ritmo del poema, así como la riqueza y la originalidad de las comparaciones y metáforas. La nieve, por ejemplo, es caleta abierta al mar, / avefría perdida entre las lomas, leemos en unos versos de la primera parte del libro; la corriente, / que lame los guijarros, / ofrenda un cenicero al tiempo / y permanece / tan fugitiva que parece quieta, nos dice en uno de los poemas de la tercera. Hay, por tanto, madurez y unidad a lo largo de todo el libro, que es una metáfora de la existencia tomada del discurrir de la mañana, del día y de la noche. Los poemas son más bien breves y en la mayoría de los casos parece que surgen de la atenta mirada del poeta en torno al paisaje que lo rodea.
Se trata, por lo tanto, de un canto a la naturaleza y, para ser más precisos, a las tierras del norte de Córdoba, en el que no hay apenas referencias urbanas. La descripción casi pictórica da paso a la introspección contemplativa, sin solución de continuidad. Francisco Onieva muestra una especial sensibilidad para descubrir el misterio y la belleza en los detalles (una hoja que cae, una brizna de hierba, las agujas de los pinos, un pájaro refugiado en una rama, el tañido de unas campanas…). El poeta observa y se interroga e interroga al lector, por eso a veces del yo pasa al tú: Con qué cuidado marcas tus pisadas. / Quizá temes hundir tu pie / entre la hierba amarilla / de la memoria.
El trasfondo son los grandes temas de siempre: la fugacidad del presente, el amor, la muerte, el dolor…, pero el tono y la expresión son serenos, casi senequistas, exentos de todo barroquismo, que hermanan a Francisco Onieva con poetas del norte de España como Antonio Colinas y Julio Llamazares, entre otros, a los que considera maestros junto con Alejandro López Andrada. En las dos primeras partes, la mirada se extiende sobre paisajes generalmente solitarios, humanizados por el andar del poeta. En la última, hay una progresiva apertura a los otros, pues se podría hablar de paisajes con figuras y con las huellas que dejaron acontecimientos en los que se manifiestaron el amor y la solidaridad.
Lo que veo en tus ojos
es el vacío de una ausencia,
es la luz azufrada,
detrás de la colina,
de un sol envejecido,
que agranda la alameda
y echa la llave
del horizonte.
Lo que veo en tus ojos
son las piedras heladas de las lindes,
las ramas doloridas de los álamos
–también sienten el frío–,
es el silencio
que en tus palabras se oye,
es la honda humanidad
de la luz de diciembre.
Luis Ramoneda