Añadir comentarioUn animal propenso a la elegía
Martín López-Vega, Gajos, Pre-Textos, Valencia, 2007.
Tengo a Martín López-Vega por un poeta generoso. No tanto por su condición de habitual en las mesas de novedades —a razón, casi, de libro por año— como por las acertadas traducciones que comparte en su bitácora —en la que está presente, sin temor a la exageración, lo mejor de la poesía mundial— y por su actitud al mostrar, sin reparos, la carpintería de su obra. Entre poemario y poemario suele compilar los textos descartados, bien por cuestiones de espacio o extensión, tema o tono, en libros que —a su vez— hallan cierta lógica en el caos. Gajos es uno de ellos.
Gajos, con el subtítulo “Poemas breves 2002-2007”, continúa la línea abierta por Árbol desconocido (Visor, 2002), y reúne poemas que —en una primera, y demasiado veloz, lectura— carecen de un hilo temático, a diferencia de sus poemarios principales, aunque en este libro se califican como breves y en ese anterior se declaraban descartes de la etapa comprendida entre La emboscada (DVD, 1999) y Mácula (DVD, 2002). Sin embargo, es curioso que incluso estas obras, menores en apariencia, no pueden evitar cierta cohesión temática: en el caso de Gajos, la mayoría de los textos establecen un diálogo entre la voz del poema —una primera persona del singular respaldada por el uso del término autorretrato y sinónimos, explícitos o implícitos— y una interlocutora en segunda persona. “Oda doméstica”, “En la hierba”… Esa primera persona cruza en algunas ocasiones al plural, entona un discurso compartido con la otra, y surgen textos como “Borrenes” o “Algunas metáforas”. Ambos entretejen una historia de confesiones no apta para pudorosos: en algún momento sentimos como si nos inmiscuyéramos en un diario privado, como si descolgásemos el teléfono y escuchásemos —sin avisar— una conversación ajena, como si espiásemos por el ojo de la cerradura. “Carta desde Cunovo” es un ejemplo.
Sin embargo, más allá de cuestiones gramaticales, el primer verso de “Caffè Gotico” —soy un animal propenso a la elegía— define Gajos: sus poemas nos hablan, desde la melancolía, de asuntos primarios pero eternos como el amor, el desamor o el paso del tiempo. Al fin y al cabo, hablo de las cosas que nos pasan a todos, comienza “Postales”. La grandeza de la poesía de Martín López-Vega es que logra, en pocas palabras, transformar en propios los lugares comunes.
Unos gajos saben más dulces, otros más amargos: igual que estos poemas. Algunos —“Die fünf unbesteigbaren berge”, “Nieve”, “Espejo”— poseen el nivel de los mejores versos de López-Vega, otros los corregiríamos a fondo antes de entregarlos a imprenta. Martín López-Vega suele ser así, excesivo, inabarcable. Es éste es un poemario irregular, con momentos muy altos y otros más bajos, pero ningún tropiezo. El lector habitual de López-Vega cerrará con Gajos una etapa en la poesía del autor, de la que ya comenzó a despedirse con Extracción de la piedra de la cordura (DVD, 2006), un poema largo, raro e intertextual. Quienes no conozcan su poesía probablemente deban optar por iniciarse en ella con Mácula, el que —a mi juicio— es el mejor de sus poemarios. En todo caso, quienes apreciamos la poesía de Martín López-Vega esperamos ya sus próximos pasos, siempre frutos, nunca mondas.
Elena Medel
