El relato bíblico de Caín y Abel —pasado por el tamiz del lenguaje científico, de la ciencia ficción o de la historia del arte— actúa como eje central de El origen de la simetría, primer poemario de María Salvador (Granada, 1986). El desarrollo, acorde con el concepto del que nace, se bifurca continuamente en dos: la contradicción —y la coexistencia— entre el bien y el mal, el horror y el placer, la belleza y la fealdad, la vida y la muerte. Porque El origen de la simetría es un libro de polos opuestos,Replica Watches pero también de sutiles apuestas teóricas, envueltas en la sustancia del poema y actuando como manifiesto inconsciente: Salvador aboga por una poesía de observación casi aséptica, cuyo nivel de implicación reside siempre en la intensidad de las imágenes. La suya es, de igual forma, una poética del fotograma, cinematográfica, que se mira en Cronenberg, Lynch y Haneke, en el Corbijn cineasta y fotógrafo: radical, al límite, más cómoda en el lado oscuro que junto a la luz.
Los poemas de María Salvador transitan varios caminos: la belleza no canónica, la violencia, la revisión de la poesía social, la apuesta por un nuevo compromiso. La autora conoce —al igual que los románticos más modernos, igual que Baudelaire o Rimbaud, pero al contrario que tantos de nuestros contemporáneos— el encanto de lo grotesco, y en “Cristalografía”, el primer bloque del poemario, señala que el camino es el de uñas partidas que dejan un inequívoco olor a sangre; / la placenta late entre las papilas gustativas. “Violencia” se titula, de manera explícita, la segunda parte de El origen de la simetría, y en ella Salvador disecciona con rigor cirujano algunas referencias entre lo vital y lo cultural —la muerte de Marie Trintignant, los asesinatos de Sharon Tate y John Lennon, el suicidio de Ian Curtis— que, por su simbolismo o por su repercusión mediática, se han convertido en comunes. Casi todos los poemas se acompañan, en las notas finales, con la referencia a una película o canción: de manera natural, sin prejuicios, Salvador alude a Marina Abramovic y a Brian Slade, a Los Piratas y a El club de la lucha, al Diccionario de símbolos de Cirlot y a Muse. Su escritura, por tanto, se instala no sólo en los hechos, en el núcleo del mundo, sino también en los elementos accesorios. Nota para los curiosos: Origin of Symmetry es el segundo disco de la banda británica, cuyo gusto por los ambientes opresivos conecta con el que Salvador expone en su poemario.
María Salvador huye de las referencias autobiográficas, de la primera persona —que, si existe, suele ser del plural; se subraya, así, el carácter colectivo del poemario—, pero aun así su mirada es particular y permite la mencionada reinterpretación de lo social. En El origen de la simetría hallamos textos —incluidos en el tramo final, simbólicamente titulado “Réquiem”— sobre los atentados terroristas en las Torres Gemelas y en Atocha, sobre la matanza en la escuela de Beslan, sobre las mujeres desaparecidas y asesinadas en Ciudad Juárez, sobre las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki; pero Salvador glosa no desde la denuncia fácil, no desde la mirada piadosa, sino desde la rabia y la conciencia de no estar ante hechos aislados, sino ante desgracias que marcan el inicio de una nueva época cruel. Con diálogos entre la naturaleza y la tecnología —allá donde el barro reclama tu esencia, y excava ansioso hasta tus células, allí estaremos vigilando—, diverso en la forma —poemas en prosa, donde brilla su ritmo golpeado; versos más clásicos, y haikus— e hijo de una tradición híbrida —María Salvador no nos recuerda a ningún poeta en castellano—, El origen de la simetría propone —además— una apasionante reflexión sobre el poder —o la impotencia— del lenguaje para reflejar el caos de nuestra sociedad: en “cuarzo” alguien proclama la nulidad del lenguaje, y en “ritmo cero”, la voz se apaga ante la sangre y el cuchillo; por su parte, en “la escafandra y la mariposa (the locked-eye syndrome)” se dibuja la escritura ocular de Jean Dominique Bauby.
El origen de la simetría es un poemario devastador, que invita a descubrir lo peor de nosotros. El horror no se esconde, sino que es mostrado por los periódicos en sus titulares, reflejado por la televisión durante la hora del almuerzo —espectacular el poema “sobremesa”, con ese final: la policía halla cuarenta y tres cadáveres / con los ojos abiertos tras la venda—, y se recibe como link en una cadena de e-mails; incluso el deseo, leemos en “funny games”, es horrible. Sin embargo, poemas como “jade” —(…) La sangre se hizo a sí misma; el mundo caído a nuestros pies no simbolizaba más que el comienzo de otra era— o el final “libera me” —resurgir de la carne / entre las ondas de la tierra, / ensamblando sus formas / al revelar / el misterio de la crisálida— permiten que un breve resquicio de esperanza se cuele por la puerta. Ópera prima que no lo parece, libro firme y maduro, trabajado con rigor y escrito desde la lucidez, El origen de la simetría nos revela —bienvenida— a una poeta que en vientos grises, como escribió Alejandra Pizarnik, vientos verdes aguardó.
Elena Medel