Había pedido alguna recomendación a los dependientes de la primera planta de la librería La Central, en Madrid. Uno de ellos sugirió Lo malo de la poesía y otros poemas, del neoyorquino Billy Collins, publicado por Bartleby Editores. El otro, Reparación, de C. K. Williams, también en Bartleby. Al abrir este último al azar, los primeros versos que leí me decidieron: Palabras o cera, no hay modo de / moldear nuestra propia imagen, nuestra desolada / conciencia al borde de la cual sólo / hay más conciencia.
C. K. Williams (Newark, Nueva Jersey, 1936) es uno de esos poetas cuya lectura exige reordenar nuestro sistema de códigos literarios. O dicho de otro modo, se hace necesario desentenderse de ese ruido que las lecturas nos van dejando en el oído y acercarse a él con actitud receptiva. El libro despliega tres grandes líneas expresivas, aunque a menudo aparezcan superpuestas en los poemas: la reflexión, la observación y la denuncia. Y en paralelo, o por detrás de ellas, replica watches la que se apunta en el título, la reparación en el sentido de "ajuste de cuentas".
En Reparación, el poema se nos presenta como una unidad que quiere ser mucho más que una suma de versos. Quizá por eso las imágenes utilizadas casi nunca son geniales, como si su autor no quisiera deslumbrar, sino guiar la lectura con la cadencia y el ritmo exactos. Los poemas más reflexivos sugieren una atenta lectura del trío Auden/McNeice/Spender: versos largos en los que el poeta escribe para explicarse a sí mismo acontecimientos pretéritos o para elucidar la influencia de personas clave en su biografía. A menudo esa percepción tiene lugar en el pasado, y por lo general le sirve de mirilla para asomarse a un conflicto mal cicatrizado. La repugnancia que le provoca la forma en que su propia madre sorbía el café en el poema "Taza". O el poema titulado "Cristal", donde describe su imagen en el espejo: Últimamente, desde que murió mi padre y me acerco a su / edad, / lo veo primero a él, y tengo que fijar bien la vista para / reconocerme. Los poemas se construyen sobre una escena cotidiana, un objeto, una sensación que encierra en el interior su propia tensión no resuelta, su propio nudo apretado por el tiempo trascurrido: Se estremece la conciencia: puede que el motivo no / sea tanto el miedo a lo que el futuro pueda / traernos / como el deseo de eso mismo mediante el miedo, la atención, / el cuidado. / Como si la vida resultara más convincente silbando como / una navaja.
En algunos poemas, esa necesidad de introspección que quiere saldar cuentas con la conciencia le lleva a observar su entorno como un mapa de símbolos. La percepción cotidiana activa mecanismos de introversión que, cuando se centran en la naturaleza y salvando las distancias que cada uno estime pertinentes, recuerdan a los mejores textos de Antonio Cabrera. El paralelismo puede leerse en piezas como "La isla", o en el magnético poema "Alma no": (…) como si el pacto entre nosotros y el mundo / que le permite al mundo representar algo más que a sí / mismo / hubiera sido violado, de modo que todo lo que veo, // las nubes bajas, la luz atemperada, incluso todo lo que sólo a mí me viene a la mente, se ha apagado, / ha sido despojado, como si la conciencia ya no pudiera / destilar semejantes verdades dentro de sí misma, // como si la tristeza gelatinosa se hubiera interpuesto / entre mí y tanta hermosura / en peligro, como si una lágrima / se hubiera fijado indeleblemente en el ojo.
Es en los poemas de corte social donde el poeta logra distanciarse menos de su objeto. Un ejemplo es el largo poema "King", sobre el activista del Movimiento por los Derechos Civiles Martin Luther King. La intención de denuncia se hace plana, evidente. El poema parece más una excusa pensada para el lector, un escaparate de buenos sentimientos. Por fortuna, el número de estos poemas es escaso y su menor lucidez no llega a mermar la calidad del conjunto.
De la traducción, a cargo de Jaime Priede, se agradece que no se haya tratado de castellanizar formalmente el texto o de amoldarlo a patrones métricos de nuestra tradición. Sin embargo, aunque la versión castellana es realmente excelente, el traductor ha escogido un sistema de distribución del texto en la página que a menudo es fruto de exigencias de espacio de la edición y no de criterios de expresividad. Así, mientras el original establece los cortes versales respetando en gran medida la sucesión de unidades sintácticas, el mayor volumen de la versión traducida obliga a disponer los versos aislando partes y hasta palabras que estaban unidas en el original. Es una práctica habitual y probablemente inevitable en el caso del inglés, pero terminar un verso con palabras como "acerca", "para" o "de", así como los cortes entre artículo y sustantivo, podrían haberse evitado. Esto no sucede en todos los poemas, pero sí en aquellos que se estructuran en verso largo.
En su artículo "A Letter to a Workshop" (American Poetry Review, Julio/Agosto 2007), C. K. Williams escribe: "(…) Cuanto he podido aprender sobre composición, inmediatamente se ha convertido en algo sobre lo que no debía pensar, por lo que siempre me siento como si estuviera trabajando bajo un sistema de prueba y error, haciendo algo que no sé hacer, con la sensación de estar tropezando en el camino hacia mi objetivo, y cuando lo alcanzo, lo que experimento es sorpresa. He tenido durante mucho tiempo, y aún hoy ocasionalmente, la sensación de estar haciéndolo todo mal, porque si trato de explicar, incluso a mí mismo, lo que hago cuando escribo algo que me gusta, normalmente no puedo. "
Sorprende, y ésta es una de las mayores virtudes del libro, la sencillez con que la actitud reflejada en el artículo es sintetizada en uno de los poemas: La duda acerca / de nosotros mismos es lo que mejor nos define. Esperemos que a Reparación, que obtuvo el Premio Pulitzer en el año 2000, siga una larga lista de traducciones de este magnífico poeta.
Andrés Navarro