Lo que recuerdas te salva. Recordar / no es repetir, sino escuchar lo que nunca / estuvo callado. Por lo tanto tu aprendizaje es / de lo muerto, orden, y en qué sentido / Perdurarás, qué pasión puede oírse / cuando no tienes nada que decir. "El aprendizaje de una lengua muerta" es el título del primer poema de este libro. Un hombre llega del desierto y funda el mundo. No dice de dónde viene ni a dónde va. Acaba de aparecer y se irá en cualquier momento. Parece un hombre libre. Es una escena que se repite infinitamente. Es un paisaje ficticio y, sin embargo, completamente real. Es la necesidad de ser parte de esa ficción en la que todo puede ocurrir, de esa América onírica en la que todos queremos nuestra parcela. Estos poemas son ejercicios de resistencia y a la vez son escenas de la vida americana, revelaciones concretas de un lugar concreto. Recuperarás tu interés si te depositas en nosotros / Compórtate como un caballero, nos adquiriste porque / nos necesitabas, hacemos lo posible para contentarte / somos, en cierta forma, bellos, desvalidos, / ponte en nuestras manos. Es decir, la vida americana no puede ser de otra manera, como si dijera: somos bellos y no debemos tener vergüenza, pero debemos rehacerlo todo. Al contrario de lo que sucede con muchos poetas de su generación, no es fácil reconocer un poema de Merwin por su estilo. Él tiende a desaparecer en su palabra, no lo reconocemos detrás de la explicación sino que la palabra se le impone y lo supera. La palabra está aquí fuera de control, se libera del hombre que la pronuncia y empieza su propio camino. Como explicaba Barthes, es necesario ser fragmentario pero sin espectacularizar esa fragmentación.
"Desde que volví de Francia, me he involucrado cada vez más en la realidad americana, en el paisaje americano, en su lenguaje, en el modo cómico en que vivimos. Estamos constantemente fabricando nuestras vidas y personalidades sobre la marcha, de una forma que los europeos no practican. Afortunadamente, creo, nosotros improvisamos". Estas son palabras de Ashbery. Ese modo cómico, esa improvisación, esa capacidad de adaptación están presentes también en Merwin, que también pasó por Europa, como Creeley, como Olson, como Ashbery, regresó a New York, y finalmente se instaló en Hawai, donde todavía vive, dedicado a la protección de los bosques tropicales. Merwin se dio a conocer en los años sesenta, con una poesía comprometida y pacifista, crítica con la realidad americana,Audemars Piguet Replica Watches y a la que ha sido fiel a lo largo de los años. Pero su poesía nunca es panfleto; Merwin ha sabido dar vueltas a ese compromiso que es, antes que nada, compromiso con la lengua y el paisaje, y también a través de la fábula y la narración poética, e influenciado también por la poesía oriental ha ido construyendo una palabra resistente, un pensamiento poético fuerte pero frágil, siempre nuevo y asombroso, que no se encuentra cómodo en ningún registro y que ha hecho de esa incomodidad su primera razón de ser.
W. S. Merwin nace en Nueva York en 1927, un año después que Allen Ginsberg y que A. R. Ammons, y en el mismo año que John Ashbery. Poco a poco vamos descubriendo en España, a través de las traducciones, la complejidad de esta generación. Este libro es una pieza fundamental para entender este puzzle, como lo es también, hay que decirlo, la reciente traducción de El doble sueño de la primavera, de Ashbery, en Visor.
¿Debemos aceptar que existen poetas que aportan cosas a la historia literaria, que participan de ese juego (como explicaba Duchamp) entre los hombres de todos los tiempos, y que existen otros poetas que trabajan en silencio? Nos fascina el juego, pero también nos fascinan los poetas que desprecian el juego, o que, por lo menos, juegan a despreciarlo.
En casi todos los poetas americanos se repiten tres ideas. La primera: una necesidad de definir América, o de construir su propia América. La segunda, la necesidad de definir qué puede hacer un hombre en América. Y la tercera: abrir la posibilidad de una comunidad nueva en América. La poesía de Merwin es un diálogo cortado e interrumpido, con esa lengua que le revienta a cada instante entre las manos. La influencia de la poesía oriental es profunda, pero Merwin escribe desde un lugar natural, nada artificioso, ingenuo. Se golpea con la página en blanco, nunca intenta ser otra cosa de lo que es. Su búsqueda es honesta y directa, y la libertad en las formas es más que una elección, es el resultado de una manera de vivir, la consecuencia de una acción más que de un pensamiento.
Y pienso que Merwin no es tan distinto a Carver, sino que son esfuerzos distintos por ser hombres en una América brutal. Esfuerzos para que los paisajes no aniquilen el lenguaje y no destierren a los hombres otra vez. Hombres que vigilan su casa, que se destruyen solos antes de ser destruidos por la historia, y que guardan con cuidado las pocas palabras que tienen. Poetas como Merwin o como el propio Ammons (acaso el mayor poeta de esta generación y muy parcialmente traducido al castellano) nos recuerdan que es posible vivir en los márgenes sin dejar de ser un hombre político, nos muestran que los márgenes están más cerca de lo que creemos. Cuando nos hundimos de verdad en la naturaleza lo verdaderamente marginal es el pájaro, el animal, todo aquello que no es humano. Debemos detectar todo lo que podemos hacer humano con uno solo de nuestros gestos. Merwin no desaprovecha ninguna ocasión para recordar que todo está por hacer, que es posible cambiar el rumbo en cualquier momento, que es posible atrapar el día. Cada día el paisaje cambia y cada día lo humano se modifica. Cada día la revolución viene de un sitio. Cada día tiene un héroe y es necesario descubrirlo.
El paisaje americano no sólo admite una moral, si no que parece exigir una moral propia a cada individuo. Merwin es un poeta moral, preocupado por su tiempo, por su pueblo, por el deterioro de la naturaleza, y entiende que su misión es tender puentes sólidos entre ese paisaje y esas personas. Su poesía es una puesta al día permanente de ideas y corrientes y formas de decir. Es la idea de un hombre que está en viaje, que tiene un punto de partida, un lugar al que regresar, una misión. El paisaje y la naturaleza son la verdadera herencia, la única tradición, el punto de partida de toda la poesía americana, que empieza en Emerson, Thoreau y Emily Dickinson. Se trata, una vez más, de aprender a leer el paisaje, y de creer en él y movernos con él. La poesía de Merwin es movimiento, a menudo es narración, acto, acción; siempre nos invita a hacer un recorrido por la devastación, por lo que el hombre pudo ser y no fue.
El espíritu americano es movimiento y búsqueda incansable, es cotidiano y extraordinario, es soñador y realista, y, sobre todo, es capaz de planificar e improvisar al mismo tiempo. El espíritu americano es instinto y animalidad, es urgencia y conquista. El espíritu americano es aceptar que la vida es cómica y contener la risa, comprender que la vida es improvisación y ligereza y capacidad de adaptación. Su deseo es saber en qué consiste esa comicidad y esa improvisación. En todo mundo nuevo hay un mundo aplastado. Merwin camina con ligereza, llena de aire las palabras, para no pisar a nadie, para reconocer la herencia. Te adentras en los grandiosos palacios / de la memoria los palacios de quién / me preguntaba al principio sabiendo que él / hablaba desde la memoria de sus propios palacios / con el eco de sus propios días en los pórticos. Pasamos sobre las cosas para regenerarlas, para exponerlas y probarlas, para hacerlas ser parte de lo humano. Hay decisiones que nos pertenecen a nosotros y sólo a nosotros. Eso es lo que Merwin intenta detectar. Es necesario marcar lo que es nuestro, marcar lo humano para que así pueda expandirse o contenerse. Definir América es definir lo humano, es definir lo que es posible y lo que no.
Merwin abandona los signos de puntuación y su poesía se convierte en un torrente imparable de vida. Así, debe ser el paisaje el que mande sobre nosotros, debemos permitir que los muertos nos cuiden y marquen el camino. Merwin abandona la puntuación y acaba dialogando con Whitman en ese intento de no renunciar a su energía torrencial y, al mismo tiempo, estar completamente atento a los más frágiles, a los desprotegidos, como si dijera: si yo hablo todos tendrán que hablar. No existe nada más humano que ponerse pruebas imposibles, pero en poemas como "Ejercicio" Merwin nos invita a olvidar todas las medidas y movernos sin control, como si hubiera que generar un nuevo rito. Merwin no sólo nos invita a abandonarnos a esa música de la naturaleza, sino que sugiere que todas las medidas humanas son ficticias, que nunca hemos tenido control sobre nada, y que por mucho que construyamos nuestras vidas no dejamos de ensayar una danza primitiva y animal.
La poesía de Merwin es un bosque inesperado y difícil que nunca se descifra del todo y que es necesario cuidar, como si fuese el último. El espíritu americano es, finalmente, la esperanza y la petición. Después de atravesar todos los bosques, todos los mares, todas las guerras, el espíritu americano encuentra en la palabra su razón de ser. Y en los últimos versos del último poema titulado "A las palabras" escribe, Vosotras que fuisteis / concebidas en primer lugar / vosotras que fuisteis gritadas / que fuisteis pronunciadas / en primer lugar / para decir lo que no podía ser dicho / antiguas preciosas / y desvalidas / decidlo. Todo lo que empezó como un grito se ha ido transformando en un susurro, en el deseo más simple: ser un hombre en América, ser un hombre posible.
Pablo Fidalgo Lareo
[Esta antología ha sido traducida por Abraham Gragera, Juan de Dios León y Ruth Miguel Franco.]