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En lugar de ser puro

John Ashbery, El doble sue�o de la primavera, Visor, Madrid, 2009.

Los grandes autores se caracterizan, entre otras cosas, por su capacidad para ampliar los límites de su disciplina. Para Czeslaw Milosz, la abierta homosexualidad y la voluntad de romper con las convenciones hacen de Allen Ginsberg el heredero de Walt Whitman en el siglo XX. Pero simultáneamente al movimiento beat de Ginsberg y Kerouac, John Ashbery (Rochester, Nueva York, 1927), junto a poetas como Frank O’Hara o Kenneth Koch, también redefine la poesía del siglo XX bajo el ala de la llamada Escuela de Nueva York. Además de la homosexualidad, Ashbery comparte con Whitman la ambición por captar para la poesía todas las formas concebibles de tensión. Del ámbito doméstico al psicológico, del compromiso social al compromiso íntimo. La ficción, la confesión, la denuncia, todo cabe, todo debe ser registrado. Los primeros versos de Un paseo, muestran una rara facultad para generar tensión sin necesidad de contexto: Estas cosas… que van a hacerte… / ¿te las pagan bien? A partir de ahí, resulta difícil apartar los ojos.
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Ashbery publica El doble sueño de la primavera en 1970, es decir, dos años antes que Tres poemas y cinco antes que Autorretrato en espejo convexo, probablemente sus dos obras más significativas. Pero aquí están ya muchos de los rasgos que le catapultarían como autor de escala mundial. El largísimo poema "Fragmento", que cierra el libro, es casi un anticipo de Tres poemas: Una golondrina no hace verano, pero es / lo que se dice un opuesto: un todo de malestar caótico, / la suma de todo que siempre será descifrada / en este lado de aquella inmensa gota de agua.

Ashbery rompe con la estructura en tres fases (inicio, desarrollo, desenlace) propia de la narrativa pero importada tantas veces a la poesía. Se trata de una operación que recuerda a la seguida por Michelangelo Antonioni en algunas de sus películas y que consiste en cortar el inicio de la escena previsto y prolongar el final. Por un lado, las escenas empiezan cuando la acción ya está en marcha. Por otro, en lugar de interrumpir el rodaje donde marcaba el guión, el director pedía a los actores que continuasen actuando, ya sin texto. Para Antonioni, es en ese tiempo de narración extra, a medias entre la improvisación y el cansancio real de los actores, donde la tensión buscada aflora con mayor fuerza. Así, los poemas de Ashbery no empiezan con el primer verso ni terminan con el último, sino que se estructuran dislocados hacia delante. En algunos casos se diría que el poema ha sido escamoteado de principio a fin, y lo que leemos es ese tiempo extra de tensión sin un hilo conductor definido. La estructura cobra así un protagonismo que Alberto Santamaría define con precisión en su ensayo El poema envenenado: "El poema ha pasado a ser el proceso de su escritura, la creación de su propia estructura, una arquitectura, un suceso."

Además de ampliar los límites del género, todo poeta que se precie debe inventar un nuevo tipo de lector: el de Ashbery cree estar siempre cerca de la comprensión cabal sin apresarla nunca. Mantente misterioso, aconseja en uno de los poemas, en lugar de ser puro, acéptate como numeroso. Unidades semánticas independientes se yuxtaponen manteniendo los nexos sintácticos de la prosa convencional. El hilo de la causalidad se ha roto, pero mantiene la estructura intacta. El mecanismo resulta eficaz si lo que se pretende es generar extrañeza: En medio quedan los fragmentos de un conocimiento / que circulan entorno a ti, y todos esos viejos cuentos, /  aquí traídos, vuelven a ensamblarse, se trasladan de nuevo / a los lugares ocultos de tu sueño. Si estamos más cerca /  de algo, es en un sentido tan irrelevante / como las últimas páginas en blanco de un libro. 

A cargo de Silvia Barbero, la traducción se ciñe con relativa literalidad —en la medida en que la lengua inglesa lo permite— al texto original. Así, lo que en el caso de otros poetas podría indicar falta de interés del traductor, en Ashbery es más bien un acierto. Una mayor injerencia hubiera ido en contra del texto; ventajas de la poesía impura. Sin embargo, probablemente por exigencias del formato, la elección de los cortes versales no siempre es afortunada.

Si, como escribe Auden, mentor de Ashbery, "(…) un poema es bello o feo en la medida en que triunfa o fracasa en su intento de reconciliar sentimientos contradictorios dentro de un orden de propiedades mutuas", se puede afirmar sin riesgo que John Ashbery es un gran creador de poemas bellos. Cuatro décadas después de su publicación, El doble sueño de la primavera sigue siendo una caja de sorpresas: Tú que andabas sin dirección, y pensabas que todo / se solucionaría si encontrases una, / ¿qué te parece esto? Sólo porque una cosa es inmortal / ¿es razón para adorarla? La muerte, después de todo, es / inmortal.

Andrés Navarro









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