Añadir comentarioIluminaciones
Lorenzo Oliv�n, Hilo de nadie, DVD, Barcelona, 2008.
Algunos de mis subrayados en el prólogo a Hilo de nadie, quizá evidentes en exceso, con espíritu casi de palabra clave al utilizar un buscador: he rodeado palabra, mirada, lógica sutil, magia, lenguaje, imágenes; también he destacado —lápiz mediante— que dos realidades distantes quedan de pronto unidas para siempre, que los aforismos se conciben como relámpagos que iluminan un fondo antes oculto, ayudan a hacer más grande el mundo y no persiguen formular verdades objetivas. Lorenzo Oliván sitúa —entonces— al aforismo frente al poema igual que el hueso ejerce como estómago del fruto: clave, esencia… Aunque el autor distinga en sus notas biobibliográficas entre poemarios y libros pertenecientes a este género sin género del fragmento poético, esta nueva entrega demuestra que la diferencia no es tal, o al menos no tan clara: ¿acaso Hilo de nadie no contiene poemas (textos con estructura canónica), acaso no leemos algunos de sus aforismos como filamentos de verso?
En la poética de Oliván incluida en Selección nacional. Última poesía española (edición de José Luis García Martín; Llibros del Pexe, Gijón, 1995, aunque yo manejo la reimpresión de 1998), tejida con aforismos,swiss replica watches leemos: con mis poemas, ¿soy el pez o el pescador? Yo les lanzo mis anzuelos y, cuando ya me hago ilusiones porque siento que los rondan, va uno y de un tirón me saca, coleteando, a una nueva realidad. Aceptemos —disculpen la gracieta— barco: Hilo de nadie nos conduce a una nueva realidad. Alternando entre "vértices" (poemas con espíritu aforístico, brevísimos, quebrados, con apoyo en una muleta de pensamiento y otra de imagen: la desnudez del fuego / es la que busco // que al aspirar constantemente / a más // siempre está viva) y "rompientes" (ahora sí, aforismos), quisiéramos guiarnos por el título para interpretar a qué rincones apunta el faro estos textos. En ellos, por ejemplo, intuyo mucho de diario en su sentido de bitácora vital, pero también los interpreto como tentativa de lo cotidiano trascendente (los gestos del hijo, la propia labor de escritura). Diario, pues: la espontaneidad de la idea, por una parte, y la quietud reflexiva de la escritura, por otra.
Y aforismos: no pirotecnia, no fuego artificial, sí fogonazo, deslumbre para luego pensar qué ha ocurrido. Con Hilo de nadie imagino una cuerda: bien forzada desde los dos extremos, en tensión, o bien agarrada para no perder el rumbo y sostenerse. Pocas respuestas en Hilo de nadie (y un haiku: ¿que qué secreto / encierra el horizonte? // Tiempo hacia adentro), sí muchas preguntas, sí claroscuros según el día, desde la negación del título al fundido en negro de algunos de estos aforismos. Un libro con forma de signo de interrogación, que nos plantea, en el que Oliván observa (qué sabiduría hay en cómo cierra nuestra piel una herida. Si se fija uno bien se puede ver pensar a algunas cicatrices), medita (la pobreza siempre es cierta. La riqueza, en cambio, siempre parece impostada), e incluso se promete (escribir como lo haría una mosca. Decir con mi boca, justo encima de mis manos, lo que mis manos refutan). Y advierte, también, a quien arruga los ojos más allá del papel: de la misma manera que hay escritores que escriben sólo sobre lo que les pasa y otros que escriben sobre lo que les pasa por la cabeza, hay lectores que leen sin añadir nada a lo leído y otros para los que la letra es el principio de un gran salto.
Las miniaturas que ilustraban los códices medievales recibían el simbólico nombre de iluminación; solían centrarse en la rutina, en la baja vida en contraposición al alto espíritu, y hoy exhiben el mimo preciso del illuminator al describir su entorno. Las cosas aprovechan esos instantes míos de ensimismamiento para mirarme fijamente a los ojos, continuaba afirmando aquella poética de quince años atrás. El empeño de Oliván en el mundo —implícito en Hilo de nadie, explícito en otros dos de sus títulos aforísticos— se expande en este híbrido quizá poesía, quizá aforismo, desde luego literatura que enciende nuestros focos, y mira fijamente: pensar como a golpe de linterna, como diciéndole a todo, de repente enfocado: "eh, ¿quién anda ahí?"
Elena Medel
