Todas las caras del tiempo

Enrique Garc�a-M�iquez, Con el tiempo, Renacimiento, Sevilla, 72 pp., 2010

El tiempo es un tema universal y recurrente en la literatura. Se le ha abordado de muchas maneras: ridículas y elocuentes, filosóficas y frívolas, religiosas y agnósticas, etc…, y Con el tiempo, el último poemario de Enrique García-Máiquez, parece reunir una interesante y plural muestra de ello.

El libro, bellamente editado por Renacimiento, es un poemario en el sentido más tradicional de la palabra: cuarenta y ocho poemas en un conjunto unitario, sin más estructura que la que ofrece la secuencia rítmica de los versos y de los poemas, uno tras otro. No hay partes ni divisiones explícitas, y sólo dos citas pueden apreciarse en la obra: la que la introduce, de Adam Zagajewsky,rolex replica watches y otra de Luis Cernuda. El contraste apreciable entre sendos autores puede hacernos una idea de los contrastes que ya he sugerido antes. Contrastes que no son capaces de quebrar la coherencia y unidad formal del conjunto, resuelto con la madurez poética del autor.

García-Máiquez logra contener en este libro un difícil equilibrio entre el lirismo meditativo del poeta y la narratividad de observador postmoderno; algo que ya nos advierte en el primer poema: se aproximan los hechos / sinuosos, sigilosos, narrativos. Una vez dado el aviso, se inicia ese tránsito por el tiempo, con unos emocionantes poemas que evocan a la madre de diversas formas: imaginándola en el más allá (Ahora entre los muertos una voz / está hablando de mí) o recordándola en escenas de la infancia. Con todo, este punto de arranque, que puede parecer algo grave, no llega a serlo por la forma delicada e ingeniosa con que resuelve el atrevimiento.

En general, el tono poético es realista y descriptivo, de acuerdo a ese impulso narrativo que lo nutre. Una narratividad con mucho de literatura, que no tiene reparos en guiñar de vez en cuando a la poesía como género de ficción. Podríamos hablar de poemas escénicos con flashes costumbristas: Sobre esta hora / solía yo salir / con mis amigos, / me acuerdo mientras salgo / a tirar la basura. Imágenes cotidianas con un alto sentido comunicativo, llegando en algunos casos a lo coloquial; algo que en determinados momentos corre el riesgo de desembocar en un facilismo prosaico, resuelto por la autenticidad que late en el oficio de poeta.

Esta mirada contemporánea, un poco descreída y distante, pero que no renuncia al sentimiento ni al intento de comprender —siquiera hasta donde es posible— la existencia, alcanza generalmente una intensidad luminosa y humana, como puede apreciarse en poemas como Selva oscura (Las retorcidas / ramas buscando clari- / dad. Como yo.) o "Acuarela", donde el poeta y el paisaje de la playa de Cádiz se funden en una hermosa contemplación del ocaso.

Ese oficio con que García-Máiquez trata el tema del tiempo, no exento de una ironía elegante, junto al sentido esencialista de la expresión poética propio de un haiku –no podemos obviar que García-Máiquez ha recreado elocuentemente el género oriental–  permite que esta mirada hacia la caducidad de la vida se convierta en un muestra de ars poetica muy acertada y de muy plácida lectura.

El verso es tratado con un escrupuloso cuidado métrico, que pasa inadvertido por la fluida narratividad de la que antes hablamos. Hay también numerosos guiños culturalistas, que dejan constancia de la erudición literaria del poeta, al tiempo que enriquecen la experiencia del lector que sabe verlos.
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Con el tiempo es un libro que a veces podría parecer frívolo, sobre todo en aquellos poemas que aluden a imágenes bíblicas (Aquella higuera que por no dar frutos / maldijo Jesucristo…) o a la práctica cristiana, como ocurre en el titulado "Icono". Sin embargo, no es apreciable en ello una voluntad crítica ni un resentimiento cultural. Se trata, más bien, de reflexiones sobre la propia religiosidad, algo que no puede obviarse cuando se trata el tema del tiempo.

Como venimos diciendo, la obra que nos ocupa habla del tiempo, pero también habla del amor, del deseo, de lo posible y de lo que no puede ser. También aborda lo religioso y lo pagano. Es un libro, desde luego, amplio y atrevido, pero sobre todo alegre. Dicen algunos de sus versos: Por si la realidad imita al arte, / escojo la comedia. El mismo título es una señal de ello: una alianza en absoluto dramática —a veces bella, a veces cómica— del hecho de que las cosas pasan porque se las lleva el tiempo, y es mejor estar con él que no en su contra.