Por primera vez se publica en España parte de la obra poética del polaco Jerzy Liebert (Czestochowa, 1904 - Varsovia, 1931), autor de brevísima vida y de admirado renombre en la literatura polaca del siglo XX. Quizás sólo conocido por el gran público (y no tan grande…) por las alusiones que de sus versos hizo Juan Pablo II en ¡Levantaos, vamos!, debemos agradecer a la editorial Rialp su audaz empeño por dar a luz a una poderosa voz poética del Este de Europa que ya está causando admiración entre los mass media españoles.
Amigo de poetas como Czeslaw Milosz (Premio Nobel de Literatura en 1980) y de prosistas como Jerzy Andrzejewski (célebre intelectual enfrentado al régimen comunista), Liebert se introduce en los círculos literarios de su país gracias al grupo poético “El Círculo”, creado alrededor de un sacerdote católico y defensor de la Doctrina Social de la Iglesia y del Neotomismo. Ávido lector de autores como Newman, San Agustín o San Ignacio de Loyola, inició los estudios en la Facultad de Humanidades de Varsovia, no pudiendo acabarlos por varias enfermedades que le aquejaban, y que le llevarían a la muerte.
Conocido como un poeta de la “experiencia religiosa”, Liebert se adentra de lleno en la situación metafísica del hombre. En su poesía, despojada de vanos sentimentalismos y libre de reflexiones piadosas, el lector se enfrenta al destierro de la persona en una patria que no es la definitiva (el mundo), a la vez que barrunta con poderosa fuerza la existencia del Otro y de la Eternidad. La incertidumbre y el miedo que nacen del corazón humano van forjando una serie de sentimientos encontrados que pueden terminar en la desesperación… o en el asidero firme de la Esperanza.
De hecho, la poesía de Liebert es siempre una lucha incesante y voraz entre la mundanidad y lo celestial, entre Dios y el hombre, entre lo eterno y lo temporal. El hombre se revela como un ser entre el cielo y la tierra: siento que más allá de los mundos, por encima de la Vía Láctea / (…) existe una patria que aquí abajo anhelo y por la que aquí abajo lucho / con una tristeza en el alma y con un amor que es eterno. A la vez que la vida humana es una búsqueda de lo Divino (En la tierra, en vano busco el cielo en Tus ojos; / en el cielo, en vano busco la tierra en la que Tu patria se halla), el poeta no puede renunciar a su mundanidad (porque, Señor, mi reino sí es de este mundo), y de ahí nace la incertidumbre del poeta.
Es, por ello, la poesía de Liebert un intento incansable por conocer a Dios y por conocerse a sí mismo. El hombre, dañado inevitablemente por la Gracia Divina, pretende con su razón responder a tan gran Don (Me despiertas, me amenazas. ¡Dime qué quieres, / oh, Inhumano, de mis humanos asuntos! / ¡Dime de qué trata todo esto, / sí, Tú, oscuro Sentido de Todas las Cosas!), y por ello se lleva a cabo la búsqueda de palabras que puedan salvar al hombre de su ceguera (No encuentro palabras para levantarme ante Ti, / hablar me cuesta cada vez más. / ¿Acaso sea preciso perder las palabras, / para, junto al alma, poder reconquistarlas?).
Con un estilo agresivo y claro, con imágenes audaces y atrevidas, Jerzy Liebert se adentra en los entresijos de la existencia humana, y planta cara a todo un Dios que se le ofrece, y se le esconde; que le llama, y que enmudece… Es la universal búsqueda del Sentido, esencial para el destino del hombre.
No en vano pedirá a Dios palabras certeras (¡Libéranos de la palabra oscura! / ¡de la oscura palabra, sálvanos!), y, cuando el Misterio se alce inexorablemente incognoscible, entonces acudirá la Esperanza: Nada es ahora en vano, ni nada está perdido. / ¡Todo es posible, posible, posible!.
Después de la muerte lo veremos. Mientras, disfrutemos de estos versos.
Javier Moreno Pedrosa