Podría decirse que David Leo García (Málaga, 31 de agosto de 1988) irrumpe en el panorama literario español por la puerta grande. La adjudicación del premio de Poesía Hiperión, en su veintiuna convocatoria, hace justicia a la obra de este joven poeta que nace desde la propia autorresponsabilidad creativa y del más absoluto rigor; cualidades éstas necesarias en todo verdadero poeta y que, sin embargo, cada vez son más raras de lo que cabría esperar.
En su aspecto más externo, Urbi et orbi –título tal vez poco acertado- destaca por el uso de estrofas con verso rimado y por la distribución de los poemas en secciones, cada una con un día de la semana como título, lo cual nos habla de una concepción circular del tiempo y del carácter repetitivo de lo que allí se expone. Los sonetos, que es el modelo que más predomina, siguen el paradigma clásico, sin ningún alarde de innovación, pero perfectos en su ejecución.
El poema que abre el libro –carta de presentación, exposición del ideal fallido-, contiene ya el tono general predominante que después encontraremos desarrollado pormenorizadamente a lo largo de la obra. Urbi et orbi es un poemario que tiene una primera lectura de difícil factura debido al imbricado sistema de metáforas e imágenes con el que está construido. Una vez familiarizado con el mismo, el lector advierte la aguda crítica que Leo García descarga sobre la sociedad, la inteligente mirada que descubre el juego de intereses y mediocridades que se esconde detrás de muchos comportamientos. Tal vez el autor, llevado por el fervor juvenil, sea en ocasiones injusto criticando modos de entender la vida que difieren del suyo y no por eso susceptibles de ser censurados.
Denuncia y desencanto son las coordenadas que marcan el norte de esta obra. Desencanto porque no se reconoce en la realidad que le envuelve, porque no encuentra posible identificación: Es ésta mi ciudad,Replica Watches pero sus calles / me ignoran, mi presencia las sonroja (…), y al final no cabe otra actitud que la de resignación: Ningún portal guarece de esta lluvia. Denuncia desgarrada de la uniformidad a la que llevan muchos modos de actuar, modos que nos asimilan a los animales. No en balde numerosas metáforas están construidas a partir de la analogía con el mundo animal. David Leo García pide a gritos salvarse de la vida, aunque sepa que no es posible, y por ello la dignidad es el último asidero: No os rebajéis a súbditos por odios. / No os resignéis al pan como estipendio. / No os conforméis con menos que la vida.
Obra de esmerada hechura en que con cuidado vocabulario se zarandea nuestra consentida ignorancia, daga, al fin y al cabo, que hiere por el flanco en que más duele la vida.
José Manuel Pons