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Gabriel Insausti, Cristal ahumado, Fundaci�n Mainel, Valencia, 2006.
El haiku es un género que está gozando de creciente predicamento en la poesía española actual. Teniendo en cuenta la breve historia de este poema microscópico en nuestra tradición, no deja de ser un tanto paradójica su fortuna. Importado de Japón durante el modernismo esnob y cosmopolita del mexicano Juan José Tablada, en los últimos años ha sido rescatado en nuestro país y lo han cultivado, entre otros, Luis Alberto de Cuenca, Miguel d’Ors, José Cereijo, Enrique García- Máiquez, José Mateos,IWC Replica Watches
Felipe Benítez Reyes…Ésta es una lista desordenada e incompleta, naturalmente, pero me llama la atención que todos estos nombres tengan en común una rigurosa atención a la métrica clásica, sobre todo al endecasílabo. Desconfianza ante la pirotecnia vanguardista y sumisión inteligente a la tradición son factores que comparten los nuevos creadores de haikus. Gabriel Insausti no es una excepción.
Su último libro, Cristal ahumado, se suma a esta tendencia minimalista. En cincuenta apretadas páginas se acumulan ciento cincuenta haikus a los que se agregan una introducción de Abel Feu y un epílogo del propio autor. Antes de nada, quiero llamar la atención sobre las palabras finales de Insausti, que revelan la importancia de la autoconsciencia de su propia poesía. El primer crítico de su libro es el propio autor, quien se analiza y concluye cuáles son sus propias claves. Ahora bien, ello se debe a que, aparte de las claves conscientes (la reflexión abstracta, el juego ingenioso, la narratividad, los sentidos físicos…), hay una que es tan importante y quizá más característica de Insausti como creador: a saber, la propia consciencia sobre el hecho de escribir, la elevada lucidez que se esconde detrás de sus versos. Como habilísimo artesano que es, ha elaborado un conjunto de haikus que se atiene con precisión a los límites del género y, además, ha escrito alguno acerca del mismo hecho de construir su libro. Véase el haiku que cierra Cristal ahumado:
Con este instante
-nubes, veleros, islas-
haré un recuerdo.
Esta visión madura y voluntarista, magníficamente condensada, explica seguramente la misma concepción y elaboración del resto de los poemas.
Dicho esto, para mí es muy difícil que un libro de haikus mantenga un tono uniforme y equilibrado. Escribía Bousoño, siempre mejor crítico que poeta, que la poesía y el chiste se aproximan porque ambos se rigen por la sorpresa del instante. Nunca mejor que en el haiku puede darse ese parentesco. El problema es que, a veces, el chiste se apodera de la poesía por completo. Si bien se mira / el rayo es sólo un flash / de un dios fotógrafo: esto me recuerda demasiado a un chiste que me contaron sobre qué cree un argentino cuando sale a pasear en una noche de tormenta… Que me perdonen mis muchos y buenos amigos argentinos. Igualmente las ingeniosidades con animales y objetos tienen mucho que ver con las greguerías ramonianas: Funambulista,/ la araña teje redes/ por si las moscas. Quizá esto es cuestión de gustos y la estética (por cierto, vanguardista) de Ramón, siga teniendo vigencia. Con todo, me parece que, aunque estos casos puedan defenderse como sagaces juegos de imaginación, sin duda carecen de la resonancia evocativa y silenciosa de los mejores haikus.
Cristal ahumado almacena como un baúl de sombras y luces, tonos graves y ligeros. La mezcolanza de poemas hondos y frívolos puede causar un cierto desconcierto en el lector. Y no es que falten los aciertos. Muy al contrario, hay muchos ejemplos excelentes aquí y allá: El viento -¡mira!- / encuentra su camino / por las veletas.”; “A medianoche / crecen brazos de sombra / bajo tu cama, etc. Vaya por delante este otro:
Aún no sabe
el niño ante los astros
cuál es el suyo.
La inconsciencia de la naturaleza antes su propia belleza o ante su destino desencadena los mejores, espléndidos haikus del libro. Tratando de captar el instante, Insausti retiene temas fundamentales como la mirada y la deja ensimismándose ante la pequeñez de una flor o de una tarde de lluvia. Sin embargo, como poeta analítico que es, logra sus mejores notas cuando introduce la reflexión que se cuela discretamente.
Un centenar y medio de poemas brevísimos es un reto audaz. Aunque la irregularidad sea casi inevitable, Cristal ahumado constituye una apuesta muy interesante de un poeta que sigue demostrando una versatilidad poco común.
Javier de Navascués
