Leticia Bergé (Madrid, 1991) publica, con Dame tu llave, su cuarto libro de poemas. Viene precedido por Poemas de la época alegre (2003), La rabia de los árboles (2004) y Eres morada (2005), todos ellos poemarios avalados por el aliento de poetas consumados tales como Gimferrer, Caballero Bonald o Luis Alberto de Cuenca, o por gran parte de la crítica. No sé si esta nueva obra “ratifica una palabra con personalidad y certifica la consagración de la autora como la más sólida y prolífica de las voces emergentes de la actual poesía español”, como se ha dicho, pero, desde luego, nos habla de la precocidad de una poetisa que con su práctica nos recuerda el lugar que ocupa la poesía, lo que es y debería ser.
Los poemas de Dame tu llave están recogidos en cinco “carpetas”, las cuales siguen una ordenación temática. Parece que esta distribución por carpetas, y no en capítulos ni en secciones, hace más confidencial la palabra de Bergé, nos revela los secretos de su intimidad tan bien resguardados, hasta el momento, en sus carpetas personales.
“Carpeta del corazón” traza la radiografía de los diferentes estados de ánimo ante el hecho amoroso, atrapa los instantes fugaces de lo cotidiano, levanta acta notarial de la presencia del amado en todas esas circunstancias. Ya, desde estos primeros poemas, Leticia Bergé brilla feliz en la palabra, palabra encantadora de los pequeños momentos o, tal vez, descubridora de la belleza de esos momentos, e incorpora de forma natural sus lecturas al decurso del poema, dando sentido a su singular modo de ver el mundo y haciendo suyos muchos de los aciertos verbales que ha ido encontrando al pasar por estas lecturas.
En “Carpeta de COU” las materias, el ámbito escolar… todo es ocasión de poema; se evidencia una constante de toda su obra: parece que Bergé, como todo auténtico poeta, sólo puede expresarse con la poesía; revela una poética que rompe con los estrictos moldes a los que suele ceñirse lo poético, lo concibe presente en las diferentes facetas de la vida, sólo hay que descubrirlo. Del mismo modo hay que destacar la absoluta autoconciencia de su propia naturaleza, de su ser mujer-niña, conciencia de la capacidad de sorpresa propia de su edad que, bajo ningún concepto, querría abandonar en perjuicio de su ser poeta. No se trata del síndrome de Peter Pan, como también se ha dicho, sino más bien de querer salvaguardar una parte esencial de todo poeta. Al final, lo que se nos muestra es una visión del mundo ya hecha, configurada, llena de conclusiones, una mirada inteligente que deja que la daga de la ironía atraviese muchos de los versos.
La “Carpeta de los secretos” es tal vez, temáticamente, la más personal. El poema que habla de su abuela, “Esta noche”, secuenciado en tres tiempos, es uno de los más emotivos: Ahora sueña quieta entre mis mantas, / pero a la vez corre en sus sueños / y creo que hace todo lo que aquí no / puede hacer. (…) y mira el mundo con sus ojos desgastados / de ver siempre lo mismo. Leticia Bergé juega con las palabras, en el sentido más auténtico de la literatura, descubriendo la realidad, penetrándola y desentrañándola. ¿Palabra creadora?
Con la “Carpeta de los decires” retoma el poema breve de verso corto tan celebrado por la crítica en publicaciones anteriores. Dice Aullón de Haro en su fundamental estudio El jaiku en España que “es bien seguro que no ha producido la poesía occidental (resultaría impensable como consecuencia de nuestras estructuras mentales y nuestra cultura) ningún mecanismo lírico parangonable a la sustancialidad poética que habita en el jaiku, forma poética secularmente de paua silábica 5/7/5”, para esclarecer en nota a pie de página: “La brevedad del jaiku está concebida como esencialización de sensaciones en dirección única, dejando a un lado la intelección y proyectando al mínimo la personalidad del autor sobre el hecho poético. Realiza mediante escuetas palabras la fijación perceptiva de una realidad, y siempre en intensión, no en extensión. El jaiku trata de una vivencia que se fundamenta en iluminaciones propiciadas por un estado mental capaz de potenciar una comprensión profunda en el instante”. Sirva lo generoso de la cita para esclarecer si lo que escribe Bergé, así como lo que tan generalizadamente viene usándose como “haiku”, puede llamarse o no jaiku. Con frecuencia se trata de posturas “espirituales” (o bien espiritualistas por degradación), más atentas a una estilística mental, que no literaria.
“Carpeta del exilio” es la carpeta de las causas sociales en la que la autora se asoma a la realidad de las distintas minorías y lanza su grito de denuncia: Maletas vacías, pañuelos rugosos, / botes de mermelada o tarros / de sangre seca. / ¡Nos vamos! / porque el sabor a fresas / se vuelve amargo. / Nos vamos / para que no se abra mi sangre / con el cuchillo que me está rozando. / Nos vamos a otra ciudad, / con otro nombre/ que la sangre no haya ahogado.
José Manuel Pons