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El afilador

Marcos Canteli, cat�logo de incesantes, Bartleby, Madrid, 2008.

Una imagen simbolizaría, creo, la poética de Marcos Canteli (Bimenes, 1974): el sencillo gesto de sacar punta a un lápiz. En 1999 y en Icaria, Canteli publica Reunión, quizá el más canónico de sus poemarios. Salvemos las lógicas distancias con el término ‘canónico’, por supuesto, ya que Canteli aboga desde su ópera prima por una escritura quizá no iconoclasta —porque existe en su poesía una voluntad de relectura de sus modelos, de respeto por ellos y al mismo tiempo de reinterpretación—, pero sí acerada y distinta, buscando sus referentes en las expresiones marginales de nuestro idioma; regresemos a ese ‘canónico’ que no lo es,Replica Watches pero que nos habla de una disposición gráfica más convencional, no tan rupturista como la que ensaya en su sombrío y estalla en catálogo de incesantes, y de algún recurso y lugar común que las correcciones y el tiempo borrarán, ejemplificados en poemas como "Aquella nieve…" o "Resistencias…". El riesgo que late en Reunión, sin merodeos, es su vocación de semilla: un poemario muy estimable para el lector de primeras, es decir, un debut para aplaudir, pero un libro que contiene ya mucho de lo que Marcos Canteli irá desarrollando movimiento a movimiento. Su vocación de palimpsesto, la sintaxis y el lenguaje que aquí se astillan, se dañan, y en posteriores libros acabarán quebrándose.

En enjambre (Bartleby, 2003), su siguiente entrega, hallamos un verso inicial y clave: Cada día forzando la visión. Para que el mundo aparezca. La de Canteli es una poética de ojos entrecerrados y lúcida a la vez, que en enjambre perfecciona algunas de las apuestas de Reunión, y desarrolla otras —como los poemas en prosa, con su decir casi narrativo, en absoluto relacionados con los de catálogo— que no logran, a mi entender, una intensidad similar. Frente a la regularidad de Reunión, enjambre es un libro con más altibajos, pero también con más ansia por los nuevos caminos, por dar de sí. Me parece que un poeta joven —y enjambre hacía el número dos en la bibliografía de Canteli— no debe temer la imperfección si conlleva el deseo del riesgo y la diferencia, y estos primeros poemarios de Marcos Canteli quizá no resplandezcan por el tiralíneas con el que se planificaron, pero sí por su capacidad de probar y probarse. su sombrío (XXXI Premio de Poesía Ciudad de Burgos; DVD, 2005), la tercera obra de Canteli, juega ya en otra división: la de la madurez, atisbada antes, ahora plena. La voz de Marcos Canteli no es ahora un hilo sin tensar por los ecos, sino que es La Voz de Marcos Canteli, propia y firme, sin tropiezos. afianzar la sutura interior: persiste / un cordón /  sedal // (saber que crece / cuanto más se deshace): la ruptura enraíza, su poética se expande cuanto más se acuchilla y cuanto más fragmentada se presenta, derramada —de forma especial, insistente, en el penúltimo bloque—, cicatrices de lectura según la nota final del autor.

He querido demorarme en la bibliografía de Canteli porque catálogo de incesantes, su poemario más nuevo, se valora sin conocer lo anterior, pero algunos matices se comprenden de manera más honda a sabiendas de su evolución. En catálogo ya se ha partido el tono de Reunión, se han pulido —o acentuado— las aristas de enjambre, actúa como reverso luminoso de un más oscuro —el título lo explicita— su sombrío. Y, por enlazar con la imagen a la que me refería al comienzo, el lápiz se ha afilado hasta obtener una punta que colorea con viveza, y al mismo tiempo duele en el papel y en el lector. catálogo se divide en siete bloques, de breve extensión y títulos cortos y rotundos: Rolex Replica "teselas", "mallas", "flujos", "claustros", "ikebanas", "ojivales" y "pasajes". Las elecciones de títulos de Canteli —en el global del poemario, claro, pero también de cada parte y de cada poema— no son gratuitas: en cada texto exento, el título ejerce —para mí, al menos— como primer verso, prende la mecha. De todos estos nombres, uno —junto con el grafismo que disemina en los poemas en prosa, sustituyendo a los silencios, a la transición versal— resume el orden del poemario: las "teselas", los fragmentos que se unen para crear un todo, los poemas con vida propia transformada en común para tejer este catálogo. Porque catálogo se concibe como mosaico, muestra completa pero anárquica, imagen sobre imagen que es reflexión sobre reflexión, y que exige no ya el esfuerzo del lector, sino su mirada, su relectura/reescritura, para dotarlo de sentido pleno.

Una paradoja en las líneas para contraportada de Eduardo Milán: estar ineludible en la palabra de la lengua y en el silencio de la lengua. Aunque —pecando de simplistas y amantes del estereotipo y el recurso fácil— podríamos encuadrar a Canteli en una estética del silencio, su poesía es una fiesta de la palabra, del discurso acelerado y brutal —flujo transparente, centinela y cataclismo de un no quemarse a lo bonzo, por filtraciones sedosas de la memoria ("a rebato"); no sufre cuidado el día (te pido lumbre no ves lumbre, nada de lo que te doy coges) pero tiene sus nidos, y esa unción (casi lengua de ciervo) ya es cesura ("frío o caliente, como el mundo"); afora la celda rota, y ahí me encuentro en el alambre en el lienzo carpeta de herrumbres, en la metamorfosis fosforescente, en esa floración (mi memoria cuando deja de ser apoyo) que es un árbol de culpa ("¿y cómo?")—, del lenguaje al borde del desborde. Apabulla por sus hallazgos estéticos, por su continua reflexión en torno a la escritura como tótem de referencias vitales —¿qué es catálogo de incesantes, sino un ambicioso canto a la vida?— y culturales, por los rodeos que flanquean su llegada a la exactitud. Palabra expandida, por tanto, la que articula catálogo de incesantes; mensaje que se escribe y difumina y que el lector vuelve a escribir, queriendo Canteli —como quiso Antonio Gamoneda— que su descubrimiento de los poemas constituya también una reescritura de los mismos. La obra de Marcos Canteli se define desde la coherencia, y un acercamiento cronológico nos descubre a un poeta en ascenso, con objetivos claros ya desde Reunión, que trabaja para limar y perfeccionar. Para quienes gusten de diseccionar lo ajeno con lo propio en mente, la poética de Marcos Canteli —considerando cumbres su sombrío y catálogo de incesantes— es una lección de trabajo calmado y sabio; para quienes se deleiten con la buena poesía, sin más aspiración que la de abrir la mirada, catálogo es uno de esos poemarios que dicen mucho en poco, esconden más, contienen multitudes.

Elena Medel










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