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Vicente Luis Mora

"Tranquilidad, tranquilidad"

Vicente Luis Mora. Córdoba. Licenciado en derecho, filósofo de formación, crítico, poeta, narrador, gestor cultural. 36 años. Acaba de publicar Pangea, un ensayo en el que reflexiona sobre la sociedad contemporánea. Antes removió algún que otro cimiento con Singularidades, una serie de ensayos crítico-literarios con afirmaciones fundamentadas pero contrarias a mucho de lo establecido. Decidimos hablar con él para darle ocasión de fundamentar, con calma y sin titulares, su teoría crítica y poética.

 

Hace un año, Vicente Luis Mora saltó (a su pesar) a los mentideros culturales por unas declaraciones sobre poetas mayores de la literatura española del siglo XX en conversación con Guillermo Carnero para El Cultural. ¿Hay algo de verdad es esa imagen de enfant terrible que muchos dedujeron de tus palabras?

Como me dijo alguien, en esa entrevista pagué la novatada de dar "un titular". Yo no quise decir que había que matar a Machado, sino a Juan de Mairena, y se entendió, poética y metonímicamente, la parte por el todo. La coordinadora me pidió sinceridad y valor, y eso es lo que di… como siempre, por otra parte, y quizá ese es mi problema. Respondiendo a su pregunta: si por "enfant terrible" entendemos a un niño coñazo y sin ideas que busca protagonismo, no me siento en absoluto dentro del retrato. Si con ese apelativo nos referimos al recién llegado que se ahoga en un entorno asfixiante, que no se deja tomar el pelo por la crítica suplementaria (en ambos sentidos del término), que no gusta del espíritu cultural de su país y de su tiempo, que dice lo que piensa sabiendo que tendrá que pagar las consecuencias y, en general, a cualquier persona que no se vende y que se lo restriega por las narices a los vendidos, entonces sí: soy un "enfant terrible". Y a mucha honra.

En los dos últimos años has publicado cuatro libros, dos de crítica y dos de creación. ¿Estás en un momento de gracia creativa? ¿Has explotado después de un tiempo de contención? ¿Aún no terminará el año sin ver otra obra tuya en prensa?

Tranquilidad, tranquilidad. Lo peor de esta situación es que parece que soy un polígrafo, alguien que no puede contenerse, cuando la realidad es más bien lo contrario. El ritmo de publicación no lo decide casi nunca el autor. El año pasado sólo publiqué un libro de poemas, Construcción, que me costó la friolera de ocho años de trabajo, correcciones y revisiones. El último publicado este año, Pangea, es un ensayo que comencé a escribir en 1997. Cuente los años. Los otros dos libros, Singularidades y Subterráneos, "sólo" me han costado tres y cuatro años, respectivamente, aunque algunas de sus piezas son antiguas. Uno no sabe cuándo va a ganar un premio ni cuando va a recibir un encargo, y dos de los cuatros libros responden a una de esas características. No soy un escritor apresurado, aunque algunos se apresuren a ponerme esa etiqueta, como tantas otras. Como Gil de Biedma, necesito mucho tiempo antes de empezar a escribir un libro. Circular estuvo rumiando mi cabeza nueve años antes de redactar el primer cuento.


Cuentas en Singularidades (Bartleby, 2006) que perdiste la fe en la literatura cuando viste dónde se alineaban algunos escritores a causa del caso de plagio de Ana Rosa Quintana. ¿Te ha dado este curso algún motivo más para la apostasía? ¿No son tus ensayos críticos prueba de que has vuelto a la senda del creyente?

Nunca perdí la fe en la literatura, sino en los literatos; en lo que la mediología contemporánea nos "vende" como escritores. Se ha producido en nuestro panorama un insensato fenómeno de confusión, ya denunciado por Ignacio Echeverría en Trayecto (2005): lo que antes no se consideraba literatura (en la posguerra, Martín Vigil y compañía), ahora se vende como tal. Y lo que yo denunciaba en Singularidades es que sus perpetradores, para colmo, se consideran a sí mismos escritores y novelistas, y se valoran como tales. Hace poco uno de los autores de La catedral del mar, Ildefonso Falcones (él mismo ha reconocido que no la ha escrito solo), reivindicaba que ese modo de hacer literatura, a medias con los distribuidores, agentes y miembros de la editorial, es tan legítimo (es abogado, se nota) como el individual. Dígame: ¿es o no para enfadarse y perder la fe? Pero repito: en ellos, no en la Literatura.

Siguiendo con Singularidades, dedicas uno de los capítulos a criticar con detalle - y coincides con Eduardo Moga, a quien entrevistamos el mes pasado- la que denominas "poesía de la normalidad", que se erigió en canon absoluto y exclusivo de lo que se llamara poesía española en los años 80 y 90. Moga hablaba de un momento posterior de transición, de espera, de proliferación de corrientes diversas que buscan un sitio. ¿Qué análisis haces tú de la situación actual?

Moga es un gran poeta y un crítico muy inteligente. Si él ha dicho, con mi término "poesía de la normalidad" o con otro, que ese fenómeno existió, creo en su criterio más que en el mío. Y también coincido con él en la segunda parte: estamos en un momento de impasse, de mayor apertura, con nuevos poetas haciendo cosas muy distintas. Pero ojo: eso es cierto en poetas muy jóvenes; los mayores de 30 están muy lastrados aún por la normalización, siguen escribiendo con planilla, pautadamente, salvo las consabidas excepciones o singularidades. Esas singularidades son las interesantes y son -creo-  las que durarán.

En tu faceta crítica dices utilizar la metodología psicoanalítica de Mauron y la defines como una herramienta necesaria. ¿En qué se refleja en una crítica la aplicación de este tipo de análisis?

Ese método -que es una corrección, no una aplicación, del de Mauron- no es siempre aplicable, y tiene la ventaja de que puede utilizarse junto a los habituales. Sólo es útil en aquellas obras que permitan un claro reflejo del inconsciente creativo. En un poemario, salvo que esté normalizado (en cuyo caso no hay más inconsciencia que la del editor), es fácil rastrear las huellas del inconsciente y ver cómo se han tejido junto al material consciente: ése que ha puesto el "crítico literario" en que se convierte el poeta que revisa sus versos antes de publicarlos, según la hermosa imagen de Talens. En un ensayo sobre economía, o caza con arcabuz, es poco probable que podamos usar el método psicoanalítico. Allí donde pueda hacerse, remonta (y desmonta) la creación, analizando los símbolos, los arquetipos culturales y las influencias que están en el poema y que nutren lo que el poeta intenta decir, que es mucho más reducido que lo que luego dice. La buena poesía tiende a la apertura: el poema de Lorca que comienza: "asesinado por el cielo", ha sido leído como un registro lógico de imágenes barrocas (algo con lo que no estoy nada de acuerdo) y como un canto liberador del sufrimiento inconsciente del poeta, tejido con imágenes de corte irracional. Hay poemas (pienso en Notas para una ficción suprema, de Stevens) sobre los que aún no hay acuerdo hermenéutico. Los poemas malos no suelen dar para tanto.

Dentro de pocos meses se publicará una antología, dirigida por ti, de poesía española contemporánea. ¿Puedes adelantar algo de ese próximo libro?

Que supondrá mi crucifixión definitiva. Preveo críticas hasta de los propios incluidos. Será que me va la marcha.

En tu blog (Diario de Lecturas) hiciste hace unos meses una encuesta entre los lectores -muchos grandes críticos y buenos poetas- sobre qué debe ser la crítica, sobre cómo debe criticarse. ¿Qué conclusiones pudiste extraer de la encuesta?

Pues son muy interesantes, y las recopilé en uno de los comentarios a la entrada "Reflexiones sobre la crítica que queremos", en mi blog. Estas son, sintetizadas: 1. Lectura completa, no lineal, comprensiva y sistemática del libro. 2. Información previa sobre asuntos literarios, conocimiento de otras tradiciones, y estudio complementario sobre el autor cuya obra puntualmente se analiza. 3. La crítica será capaz de ver el libro reseñado como un todo, y extraer contradicciones, consecuencias no sospechadas y correspondencias de la obra analizada. 4. Tiempo: la tarea crítica necesitará un tiempo de reflexión, que dependerá del crítico y de la situación personal del crítico. 5. Oposición a un panorama literario regido por el mercado como único criterio válido o criterio más importante. 6. Apasionamiento que no descuide el valor de la crítica como obra de arte, en cuanto ejercicio escrito de pensamiento articulado. 7. Valoración: el crítico debe valorar, ineludiblemente, el interés de la obra analizada, evitando juicios puramente descriptivos. 8. La crítica no debe constituirse con criterios antidemocráticos: evitará su constitución en poder de facto permitiendo la posibilidad de que el autor analizado o los lectores tengan la posibilidad de contestar al análisis y criticar al crítico. 9. Toda crítica tiene una irreductible parte subjetiva (el gusto personal), que debe ser la menor de la reseña y estar objetiva y lógicamente articulada en el análisis general. 10. Para que la crítica que no ocupa el "centro" de influencia no repita, periféricamente, los errores de la crítica institucional, mediática u oficialista, no deberá repetir sus estructuras ni su tentación de convertirse ella misma en poder antidemocrático.

Decidiste publicar tus críticas en un blog propio porque necesitabas espacio y ausencia de plazos para escribir con sentido sobre tus lecturas. En tus reseñas se palpa una reflexión previa profunda y fundamentada sobre el texto, una actitud que no siempre encontramos en otros medios. ¿Qué exiges al crítico literario actual? ¿Crees en una ética del profesional de la crítica?

Creo que a todo se contesta sobradamente con la respuesta anterior, que se configura en sí misma como una ética profesional del crítico. Sólo añadir que uno de los fines del blog es permitir un tipo de reseña profunda (con notas al final, si hace falta), que está "prohibida" en los suplementos y revistas tradicionales.

Sorprende tu último libro, Pangea (Fundación Lara, 2006). Sales del texto propiamente crítico para publicar un ensayo sobre la sociedad contemporánea digital. ¿A qué se debe este giro?

Bueno, yo nunca estuve en el texto propiamente crítico; incluso en los ensayos más filológicos (si es que tal etiqueta se me puede colocar) hay siempre resonancias sociológicas y científicas. El pensamiento es uno, y el análisis de cualquier cosa debe ser global o, al menos, partir de lo global para descender. Es el único punto de engarce entre la filosofía occidental y la oriental: la necesidad de un prius del que partir, aunque ambas operen después de diferente modo. Y Pangea es el compendio de esa cosmovisión; es el libro donde se puede ver exactamente qué es lo que me propongo como escritor, como crítico y como pensador de la realidad, o de nuestra imagen de lo real. En cierta manera, todos mis libros anteriores aluden a Pangea; seguramente porque lo estaba escribiendo mientras hacía los demás. Es mi mejor libro, porque es el que menos habla de mí.










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