A fuerza de dragados: vuelta a la tortilla (turno de réplica) Avisado, leo la reseña con sorpresa. Releo con estupefacción. Contrasentido esencial. Si de amor –y con sentencia: no olvidemos que el crítico enjuicia– es re-al-men-te de lo que habla este libro (párrafo 2º), ¿es posible que el homo homini lupus esté de-ma-si-a-do presente en una obra con poco espacio para la confianza en el hombre (párrafo 3º)? ¿Cómo se come eso? ¿Canibalísmo amoroso? ¿Una (mala) suerte de licantropismo lírico-moral? Sin duda. Oh, no, qué va: si se trata de un libro duro, con predominio de léxico de carácter negativo (párrafo último). ¿Amor sadíco entonces, con violencia de género incluido? –de género poético, claro: poético o no. Queda uno muy confuso, indignado –que para eso está de moda- con tanta perversión y tanto enredo al acabar de leer la reseña. Y es que ¿qué cabe esperar de alguien que gasta su energía en escribir todo un libro, desconfiando, como desconfía, de la palabra (párrafo 4º)? Pues eso: puro vicio. (Y reincidiente, además, que es ya el tercero.) ¿Y exhibicionista, encima? El colmo. ¡Ahí podíamos llegar! Si hasta manifiesta, en la poética final (Epí-logo, curiosamente), eso de la desconfianza… No es insuficiencia ni afán de plenitud (ay, el no sé qué ese del balbuceo; la música ya sin letra de la ascensión), no: es un recelo tajante. ¿Hacen falta acaso más “pruebas” que esa definitiva de la desconfianza? ¿Hay que mostrar algo de decencia ante tanta indecencia? ¡Para qué rebajarse ya…! A renglón seguido, pueden juez y fiscal concluir en condena: el juicio sumarísimo y la hoguera. Eso sí, breve y rápida, que no se diga que no hay compasión; y con la sentencia de rigor previa –no olvidemos que el crítico sentencia, y condena, a veces, aun yendo sin toga, como de calle, con su condicional. (¡Un buen cirujano, por caridad, que tengo un cáncer! Que no me muestran el resultado de la biopsia. Por caridad…) Mucho puede estar ya en el sitio de la exactitud de bulto. A la altura imprecisa de estos tiempos de globalización: que si ¿barroquismo hasta el final?, ¿y el característico de to-da la poesía española (párrafo 4º), ni más ni menos?; que si ca-si-na-da escapa al bisturí de la ironía (párrafo final); etc. Sí, debemos de dar siempre gracias al buen ejercicio crítico: ¡incluso yo mismo voy a releer el libro, después de esto! Qué obsesión la de Goethe, pidiendo "luz, luz, más luz" hasta en el lecho mortuorio, antes de expirar. ¿Tendría delante a algún “crítico”? Claro que, para vestirse de luces y meterse en faena, imprescindible resulta rematar y consumar bien, sabemos. Es básico que no le vale al crítico lo que al poeta, y que ese mismo eje de coordenadas de cierto pensamiento [poético] que es la "contradicción" (párrafo 3º), trasladado a la crítica, da más bien en confusión desvirtuada o ceguera. Uno podría iluminar por chispazos, al frotar palabras, ideas, conceptos; otro nos quema la vista, al estrellarlas. Al estrellarlos. Téngase en cuenta lo dicho, sobre todo, para evitar que lo que pudiera, en apariencia, ser una reseña bien fundada, adolezca luego de descompensación, coja el rábano por las hojas, dé la vuelta a la tortilla y no deje correr el agua lúcida y cristalina de una adecuada lectura, cayendo en las garras de tanta perversión enjuiciada; quedando ellas mismas encalladas, ay –amputadas lectura y reseña-, en su contradicción esencial (qué enredo, sí): precisamente en la zona esa de dragados, palabra cuya definición en la Wikipedia leemos al principio (convendrá releerla, finalmente), y que tan sólo constituyen, stricto sensu, los apenas diez u once poemas de la sección inicial. Y que, en vez de esa reseña pretendida y aparentemente rigurosa (pese a su frío neutro) con que debe enjuiciar todo un señor juez-fiscal, revestido ya en su poltrona –y después de golpear con el martillo-, lo que encontremos más bien, al hacer la prueba del algodón con buen ojo, sea algo así como un potingue de esos con que tratamos de disimularnos las arrugas, sea éste de la firma Pond’s o no. Pero no todo es yerro, en fin. Hay algunos aciertos que aparecen enseguida, antes de que la cosa gire en purito contrasentido. Y así, desde luego, qué duda cabe de que la construcción sólo es posible si antes se ha dado el proceso de dragado (párrafo 2º), ya que, a la inversa (y a la contra, sobre todo), se corre gran riesgo de que caiga el edificio; de que quede inundado, vaya, aun por pequeño que éste sea. O por eso mismo, quizá. Así que gracias en todo caso. El autor descargado, que no despechado
Siento que este sistema no respte presentación ni párrafos.
Pues nada. Después de un segundo intento para que aparezca el texto bien presentado por párrafos, no puede ser. Así queda ya. Me voy a respirar...
A ver si ahora: A FUERZA DE DRAGADOS: VUELTA A LA TORTILLA (Turno de réplica) Avisado, leo la reseña con sorpresa. Releo con estupefacción. Contrasentido esencial. Si de amor –y con sentencia: no olvidemos que el crítico enjuicia– es re-al-men-te de lo que habla este libro (párrafo 2º), ¿es posible que el "homo homini lupus" esté de-ma-si-a-do presente en una obra con po-co espacio para la confianza en el hombre (párrafo 3º)? ¿Cómo se come eso? ¿Canibalísmo amoroso? Una (mala) suerte de licantropismo lírico-moral, sin duda. Oh, no, qué va: si se trata de un libro duro, con predominio de léxico de carácter negativo (párrafo último). ¿Amor sadíco entonces, con violencia de género incluido? –de género poético, claro: poético o no. Queda uno muy confuso, indignado –que para eso está de moda- con tanta perversión y tanto enredo al acabar de leer la reseña. Y es que ¿qué cabe esperar de alguien que gasta su energía en escribir todo un libro, desconfiando, como desconfía, de la palabra (párrafo 4º)? Pues eso: puro vicio. (Y reincidiendo, además, que es ya el tercero.) ¿Y exhibicionista, encima? El colmo. ¡Ahí podíamos llegar! Si hasta manifiesta, en la poética final (Epí-logo, curiosamente), eso de la desconfianza... No es insuficiencia ni afán de plenitud (ay, el no sé qué ese del balbuceo; la música ya sin letra de la ascensión), no: es un recelo tajante. ¿Hacen falta acaso más "pruebas" que esa definitiva de la desconfianza? ¿Hay que mostrar algo de decencia ante tanta indecencia? ¡Para qué rebajarse ya...! A renglón seguido, pueden juez y fiscal concluir en condena: el juicio sumarísimo y la hoguera. Eso sí, breve y rápida, que no se diga que no hay compasión; y con la sentencia de rigor previa –no olvidemos que el crítico sentencia, y condena a veces, aun yendo sin toga, como de calle, con su condicional. (¡Un buen cirujano, por caridad, que tengo un cáncer! Que no me muestran el resultado de la biopsia. Por caridad...) Mucho puede estar ya en el sitio de la exactitud de bulto. A la altura imprecisa de estos tiempos de globalización: que si ¿barroquismo hasta el final?, ¿y el característico de to-da la poesía española (párrafo 4º), ni más ni menos?; que si ca-si-na-da escapa al bisturí de la ironía (párrafo final); etc. Sí, debemos de dar siempre gracias al buen ejercicio crítico: ¡incluso yo mismo voy a releer el libro, después de esto! Qué obsesión la de Goethe, pidiendo "luz, luz, más luz" hasta en el lecho mortuorio, antes de expirar. ¿Tendría delante a algún "crítico" que le tapase la ventana? Claro que, para vestirse de luces y meterse en faena, imprescindible resulta rematar y consumar bien, sabemos. Es básico que no vale al crítico lo que al poeta, y que ese mismo eje de coordenadas de cierto pensamiento [poético] que es la "contradicción" (párrafo 3º), trasladado a la crítica, da más bien en confusión desvirtuada por alteraciones de la vista, pudiendo llegar a la ceguera. Uno podría iluminar por chispazos, al frotar palabras, ideas, conceptos; otro nos quema la vista, al estrellarlas. Al estrellarlos. Téngase en cuenta lo dicho, sobre todo, para evitar que lo que pudiera, en apariencia, ser una reseña bien fundada, adolezca luego de descompensación, coja el rábano por las hojas, dé la vuelta a la tortilla y no deje correr el agua lúcida y cristalina de una adecuada lectura, cayendo en las garras de tanta perversión enjuiciada; quedando ellas mismas encalladas, ay –amputadas, lectura y reseña-, en su contradicción esencial (qué enredo, sí): precisamente en la zona esa de dragados, palabra cuya definición en la Wikipedia leemos al principio (convendrá releerla, finalmente), y que tan sólo constituyen, "stricto sensu", los apenas diez u once poemas de la sección inicial. Y que, en vez de esa reseña pretendida y aparentemente rigurosa (pese a su frío neutro) con que debe enjuiciar todo un señor juez-fiscal, revestido ya en su poltrona –y después de golpear con el martillo-, lo que encontremos más bien, al hacer la prueba del algodón con buen ojo, sea algo así como un potingue de esos con que tratamos de disimularnos las arrugas, sea éste de la firma Pond’s o no. Las grietas, al desmaquillarnos, están ahí. Pero no todo es yerro, en fin. Hay algunos aciertos que aparecen enseguida, antes de que la cosa gire en purito contrasentido. Y así, desde luego, qué duda cabe de que la construcción sólo es posible si antes se ha dado el proceso de dragado (párrafo 2º), ya que, a la inversa (y a la contra, sobre todo), se corre gran riesgo de que caiga el edificio; de que quede inundado, vaya, aun por pequeño que éste sea. O por eso mismo, quizá. Así que gracias en todo caso. El autor descargado, que no despechado